Lo que
nunca María Inés llega quince minutos tarde. Se sienta, se desabrocha un par de
botones de la blusa y sin dar ningún tipo de explicaciones sobre su tardanza, comienza a hablar de su trabajo. Gustavo solo
la escucha. Atención flotante. Después de un largo rato le cuesta concentrarse.
La imagen de Cecilia aparece. Se clava las uñas en la palma de la mano y logra espantarla. Ante una pausa de ella él
pregunta ¿por qué te decidiste a diseñar
ropa? Ella lo mira, sorprendida. Siempre
supe que la ropa era lo mío; me hubiera gustado tanto ser modelo. ¿Qué te lo
impidió? María Inés cabecea creo que mis padres se hubieran suicidado, ya
bastante tuvieron con que no fuera abogada
como toda la familia. ¿Te casaste con un abogado para compensar? Ella sonríe. Papá lo
ama a Gerardo, fue profesor suyo. ¿Qué te gustaba de ser modelo?Qué sé yo,
llevar ropa linda, supongo. ¿Qué te
miraran? No te entiendo dice ella, reacomodándose. El otro día comentaste que en la fiesta sentiste la mirada de todos los
hombres y no parecía molestarte, todo lo contrario. A qué nena no le gusta que
la miren. Gustavo percibe que se agudizan sus sentidos. Pero vos ya no sos una nena. A qué mujer, perdón se corrige ella mientras se abotona de nuevo la blusa me olvidé el reloj, ¿es la hora? pregunta.
María Inés está por subir al ascensor cuando comenta qué raro, hoy no me hacés la pregunta del estribo. ¿Del estribo? Te creía más criollo ella sonríe, encantadora la pregunta final, Gustavo, la de la despedida.
Gustavo
busca la ficha de María Inés y transcribe la sesión con sumo cuidado. ¿Una nena mirada? apunta. Siente que
encontró algo importante, podría jurarlo. Revisa, ahora, la ficha de Raúl.
Acuerda con él, la intervención con
respecto a su sexualidad fue burda y precipitada, qué raro que Ana María no se
lo haya marcado. Le di lástima, decide.
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