jueves, 8 de agosto de 2013

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Miércoles 8

El despertador lo arranca de su sueño. Gustavo trata de retener las imágenes, pero es inútil. Bosteza.  Miércoles. El curso de terapia sistémica, pasar por el banco, sus cinco pacientes al hilo. Ana María. La alarma suena por segunda vez. Extiende la mano hacia su izquierda.  Cecilia ya no está. Lacán se acerca meneando la cola. Las patas sobre el acolchado.


Interesantísima la clase. Cibernética. El todo es más que la suma de las partes. Cada vez que sale del curso la sensación se repite. El dolor por el tiempo perdido, el apremio por recuperarlo. Hace seis meses, cuando Laura, su primera paciente después de diez años de recibido, entró en el consultorio, creyó tocar el cielo con las manos. Pero ya no le alcanza con que su padre le conceda un día a la semana. Está caminando hacia el banco cuando decide que no. Los miércoles son sagrados. Ni un segundo de su miércoles va a prestarle a su padre. Mañana hará el depósito. Se siente, de pronto, pletórico de energía. Que la fábrica reviente. Que su viejo reviente. Una urgencia punzante por llegar a Melián. El todo es más que la suma de las partes. Se pregunta cuál será el momento apropiado para citar a los padres de Camilo. Apura el paso.

2 comentarios:

  1. Me imagino el dilema del terapeuta al balancear la protección del niño a través de los padres y la confianza depositada del paciente en el profesional.

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  2. Sí, un dilema. Por su edad cronológica es casi un niño, pero a medida que transcurran las sesiones, veremos que el chico es mucho mayor intelectualmente. El terapeuta tiene un compromiso con los padres. Pero es grande el riesgo de que Camilo pierda la confianza en él.

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