Hace casi media
hora que María Inés habla sobre el próximo festejo de su cumpleaños. Treinta.
Gustavo la escucha, en automático, define. A su madre quizás le interesara. Y a Cecilia también. Las
mujeres aman las fiestas. ¿Todas?
Añade a Martina. Mis mujeres, se corrige. Aprovechando una ligera pausa de
María Inés le pregunta ¿cómo van las
cosas con tu marido? Ella sonríe raro cuando cuenta anoche me acosté desnuda, lo apreté fuerte desde atrás pero se hizo el
dormido, entonces… Cinco, diez, quince segundos de silencio. ¿Entonces? Entonces lo mordí, en el hombro
lo mordí, le saqué sangre; al menos conseguí que así gritara dice María
Inés y luego calla. ¿Y después? Por más
que siga contándote no se soluciona. Gustavo se siente involucrado, en qué está fallando. No sé
para qué sigo viniendo agrega ella y a él le duele, tanto le duele. Cauto,
debo ser muy cauto, se indica. Cuando logra reponerse pregunta ¿para qué te parece que venís? Ella, al
instante, contesta porque me gusta y
su sonrisa es tan irresistible que Gustavo se siente ridículamente orgulloso.
No sabe qué decir. Sonríe. Ella agrega aquí
siempre me siento bien, hasta cuando me hacés llorar me siento bien. Él,
recuperada la lucidez profesional, dice tal
vez si también te permitieras llorar frente a Gerardo conseguirías sentirte
mejor. Él es el que llora confiesa
ella, la vista baja. Qué interesante, considerás
que las lágrimas de él invalidan las tuyas añade Gustavo mientras se echa
el cabello hacia atrás. Alguien tiene que
ser fuerte. ¿Y por qué la fuerte tenés que ser vos? Él está satisfecho, el
tratamiento se desliza en la dirección correcta. Aunque faltan unos minutos
determina terminamos por hoy. Ella lo
mira arqueando las cejas. Él sonríe, apenas. Ella, obediente, se incorpora.
Mientras María
Inés espera el ascensor, la puerta entornada, él la mira de atrás. Parece
una modelo. Antes de subir ella gira. El
cierra la puerta con brusquedad. Se reclina sobre el sillón del escritorio, los
brazos cruzados apoyados tras la nuca. Unos instantes. Luego busca las tres fichas
y vuelca las sesiones. Con detalle, pulcramente. No debe confiar en su memoria.
No solamente. Mira el reloj. Guarda los papeles.
Muy bien narrado
ResponderEliminarDifícil ser mujer. no?
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