miércoles, 14 de agosto de 2013

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Raúl se dedica a lo que Gustavo ya ha referido a Ana María como maniobras dilatorias. Anécdotas, bromas. Gustavo asiente, pasivo pero al acecho. Hasta que Raúl, de la nada, dice Lisa parece una puta y luego calla. Gustavo se endereza. Es un comentario extraño, explicate. Solo coje cuando traigo plata a casa. La madre del borrego, piensa Gustavo. ¿Tuvieron relaciones esta semana? pregunta.  Anoche se tiñó el pelo, anteanoche ordenó el placar, y así, y así, la puta que te parió. Raúl cruza los brazos, cabecea. Debo deducir entonces, que esta semana  no aportaste dinero. Raúl se encorva, como un caracol califica Gustavo, y  agrega ni esta, ni la otra, ni la anterior.  Solo me dijiste que sos arquitecto, contame en qué trabajás inquiere Gustavo y ante el rictus de Raúl se rectifica de qué solés trabajar. A ver Raúl tamborilea los dedos cómo explicarte esquiva la mirada de lo que venga ¿Y qué hacés cuando no viene nada? pregunta Gustavo  luego de un rato. Raúl sonríe, burlón ¿Lisa te pasó letra? Gustavo solo lo mira, intencionalmente muy serio. Me pudre, no necesito que me digan lo que tengo que hacer. Por qué no me contás qué es lo que tenés que hacer.  Si fuera por Lisa, seguir adosado a mi viejo de por vida. ¿Y si fuera por vos? Toda la vida dependí de mi viejo, necesito abrirme de mi viejo. Una descarga de adrenalina para Gustavo.   Tu viejo… Gustavo arrastra adrede la palabra nunca lo mencionaste. ¿Nunca te hablé del rey de Textilandia? Gustavo percibe el contraste entre la amplitud de la sonrisa y la tensión en la mandíbula. ¿Textilandia es su empresa? Raúl lanza una carcajada, carente de alegría, evalúa Gustavo. Vos tomás las cosas al pie de la letra. Me gustaría trompearlo, piensa Gustavo y se alarma por pensarlo. Mi viejo tiene varias empresas textiles, no sé exactamente cuántas se tira sobre el respaldo más de cinco y menos de diez, digamos. Un par largo, diría Nacho. Gustavo controla el reloj y anuncia  lamentablemente, tenemos que dejar acá; la semana que viene retomaremos el tema. Me salvo el gong dice Raúl sonriendo y se incorpora.


Lo último que Gustavo ve de Raúl son los mocasines desvencijados. Va hasta el espejo del pasillo. Se aprieta el cinturón, endereza el cuello de la camisa nueva, lleva a su justo centro el escote en v del chaleco. Apenas unas canas.  Busca luego el teléfono. ¿Está mamá? pregunta antes de saludar a la nena. Estoy yo, por si te interesa, que no parece. Últimamente Martina lo sorprende, está creciendo demasiado rápido. Él repasa su jueves. Reunión con el jefe de personal. La aplazará para el viernes. Mañana  voy a buscarte al colegio y después te invitó a merendar. Los gritos de alegría de la nena lo conmueven. A pesar de que escucha el timbre se da tiempo para despedirse de su hija como corresponde. 

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