La pollera
larga, con vuelo, de Ana María lo precede. El discreto perfume, un par de
escalones por delante, lo guía. Ambas manos derechas deslizándose, sincrónicas,
por la baranda de madera. Frente a la puerta del consultorio, ella gira y con
una sonrisa insondable y un leve gesto
de sus uñas pintadas lo invita a pasar. Un tapiz incaico a modo de alfombra, leve
olor a incienso. Luego de seis meses de ir todos los miércoles, la extraña
sensación de observar todo por primera vez. Los sentidos agudizados. Gustavo se
sienta. Ella carraspea. Señal suficiente para que él confiese hoy tuve ganas de trompearlo a Raúl. Y ante
el entrecejo fruncido de ella, aclara, sonriendo no se asuste, no llegué a las manos; fue solo una sensación, una fuerte
sensación; nunca me había pasado algo así, ¿es normal? Ella recoge sus
palabras ¿qué significa que una actitud
sea normal?; sería inadmisible que agrediera físicamente a un paciente, aunque
es más frecuente de lo que uno quisiera suponer, que un terapeuta agreda
verbalmente. Tampoco lo insulté bromea Gustavo levantando las manos con las
palmas extendidas aunque sé que usted no se refiere a eso. Ana María cierra los párpados
y asiente con la cabeza. ¿Podría contarme
lo que sucedió? Después de varios meses de hablar casi con exclusividad de la
relación con su esposa, Raúl me reveló que hace meses que está sin trabajo. ¿Y
qué fue lo que desencadenó su ira? Gustavo
reflexiona. Se burló de mí confiesa luego. ¿Cómo fue eso? Él se refirió a su padre como al ¨rey de Textilandia¨ y
yo le pregunté si Textilandia era su empresa. Gustavo traga saliva, le
cuesta referirle me dijo que yo tomaba
las cosas al pie de la letra; me hizo sentir un infeliz. Parece una reacción
desmedida ante esa frase. Sí admite Gustavo. ¿Podría precisarme lo que fue sintiendo en el transcurso de la sesión?
Gustavo le relata con detalle lo sucedido. Quizás
fue la alusión a la relación de Raúl con su padre lo que a usted lo alteró.
Gustavo se siente repentinamente vulnerable, querría encontrar un recurso que
le permitiera desviar la conversación sin embargo admite sí, es posible, tengo conflictos con mi padre. Es imprescindible
reconocer cuando la historia de un paciente nos remite a la propia, fundamental
mantener la distancia emocional; ¿está trabajando el tema de su padre en su análisis? Hace un mes que
mi analista está enfermo, pero sí, en eso estábamos. Su ira fue una llamada de
atención, seguiremos atentos con esta cuestión. Gustavo se sirve un vaso de
agua. Cuando logra serenarse le habla de Daniela. No sé si fue correcto que le diera el teléfono del pediatra de mis
hijos. Ana María sonríe al decir hay
circunstancias en las cuales debemos hacerle un guiño a la teoría; no hay
ninguna duda de que la prioridad es que esa criatura reciba un tratamiento
adecuado lo antes posible; tranquilícese, Gustavo, trate de confiar más en su
intuición.
Sube al auto
pero en realidad necesita otro café. Una sesión demasiado intensa. Además de Raúl
y Daniela, Laura ¿No será que llegó la
hora de darle el alta? A él no le gustó escucharla y defendió la
continuidad. Hay que aprender a desprenderse
de los pacientes. Para tratar de amortiguar el malestar Gustavo rescata los
réditos. Ha conseguido que Camilo transfiera
sobre usted el resentimiento contra el padre. Una perla para atesorar. Ya
por Cabildo presta mucha atención. No volverá a pasarse.
Siempre tuve curiosidad de saber cómo era una sesión de control, me gustó echarle una ojeada a una de ellas.
ResponderEliminarEspero no haberme equivocado demasiado. Por suerte Patricia me asesora. Gracias por tu atención permanente!
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