jueves, 22 de agosto de 2013

18

El lunes  firmé el contrato con la editorial cambia Laura de tema calculan que las pruebas estarán en un mes, todavía no me puedo convencer  se saca los anteojos y se pone una patilla en la boca  la otra noche, el mismo miércoles, hubo festejo familiar en lo de mi hija mayor  lo mira, como testeándolo, y le aclara por el libro. Me imaginaba añade Gustavo, sonriendo. Luis se apareció con un ramo de flores inmenso; mi yerno, con bombones; un lujo la comida. Gustavo se reacomoda en el sillón. Laura se explaya: ingredientes, recetas, vino, bromas. Una apretada cadena de palabras, ¿cuándo respira? Gustavo mira con disimulo el reloj. Pocos minutos por delante. Laura la interrumpe  todo parece ir muy bien, su libro encaminado, la familia de diez. Ella lo mira, de pronto seria. ¿Por qué dice parece? Él sonríe. Porque si ya superó los conflictos con la escritura, motivo de la consulta,  no sé en qué más la puedo ayudar. ¿Me está echando? De ninguna manera, le propongo que durante esta semana piense en si hay algo más en lo que podamos trabajar. Ambos se incorporan. La puerta del ascensor abierta, Gustavo le comenta hace mucho que no me habla de su hijo. Ella amaga abrir la boca pero solo se encoge de hombros. Se tropieza al subir al ascensor. Cierra sin mirarlo.


Llama desde el teléfono del consultorio al del estudio. Al escuchar la voz de Cecilia corta. No se reconoce, boludo como un adolescente. Va a la cocina. Encuentra sobre la mesada una nota de Juana: necesita dinero para comprar detergente y limpiavidrios.  Pone agua a hervir y se prepara un té.  Ana María tiene razón, él no quiere que se vaya Laura.  Primera paciente,  y primera, también,  que logró alcanzar el objetivo buscado en la terapia. Objetivos limitados.  ¿Hay un límite para los objetivos? Se instala con la taza en el escritorio. Inspira profundamente. Repasa  la ficha de Camilo. La semana pasada se fue tan enojado. ¿Vendrá?

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