Miércoles 15
Se despierta y aún
con los ojos cerrados palpa la cama. Lo tranquiliza rozar el cabello de
Cecilia. Ha sido una semana tranquila. La escapada a McDonald´s y la charla
posterior la hicieron entrar en razones. Ni una llegada tarde. Tuvieron buena
cama, además. Gustavo la observa bajo la tenue luz que entra por la ventana. El
cabello desparramado sobre la almohada, el rostro relajado, el escote del
piyama dejando entrever el nacimiento de los senos. Él siente un súbito calor
en la entrepierna. La alarma suena. Ella la apaga, se despereza con holgura y
se incorpora. ¿Desayunás con nosotros?
propone. Me quedo otro rato en la cama.
Gustavo se cubre la cabeza para sofocar los gritos que sobrevendrán. ¡Arriba, chicos, es tarde!
Se pone la
polera de lana que le regalaron sus hijos para el cumpleaños. Cinco grados de
sensación térmica. Camina por Cabildo hasta Virrey del Pino. Entra en Van Gogh.
Pide, como siempre, un café con leche con dos medialunas de grasa que consume
hojeando el Clarín. ANSES, AFIP, INDEC,
SUBE, AFA. Boudou, De la Rúa, Mihanovich, Messi, Schoklender, Oyarbide,
Stornelli, Stiglitz. Recorre los
titulares sin que las letras atraviesen su epidermis. Dobla el diario y lo deja
a un costado. Mira por el ventanal. La gente se apura, empezó a lloviznar. Recién
le avisaron que se suspendía el curso, o sea, tiene la mañana libre. Hace días
que Santiago lo está llamando para concretar un encuentro. Abre el celular y
pulsa el número de Cecilia. El contestador. La boca del estómago se le frunce.
Instantes después el aparato suena. Atiende, aliviado. Pero no es ella. Lo
resolveré mañana, papá, estoy en el curso. Corta fastidiado. No hay manera de hacerle entender que
los miércoles no existe. La lluvia ya
es franca. Pide un cortado y saca el libro de Rolón. Había desestimado el
ofrecimiento pero su madre, como de costumbre, se salió con la suya y se lo regaló.
Para mis treinta y cinco piensa.
Avala y critica el texto a medida que se deslizan las páginas. Hace
marcaciones. Deja el libro y busca el celular. Estaba en una reunión, ya iba a contestarte, qué querías. A Gustavo
se le acelera el corazón. Como la pausa ya es sospechosa ofrece ¿ almorzamos juntos?, empiezo a atender recién a las dos. También la pausa de ella
es desmedida. Qué lástima dice al
cabo cité a un cliente a la una. Gustavo
corta mortificado. No logra adaptarse
al segundo puesto. Ahora el laburo es lo más importante para
ella. Ya no llueve. Llama al mozo.
Se sube el
cuello del piloto y aprieta el paso, sorteando los charcos. Qué boludo, zapatos
de gamuza. El bochinche de Cabildo le
impide pensar con claridad. En Echeverría, dobla. Repasa mentalmente la agenda.
María Inés. Está costando abrirle los ojos, ¿habrá hablado con el marido? Laura
sí que tiene suerte con el suyo. Veinticinco años sin quiebres. La familia ejemplar.
Sin embargo, ahora que lo piensa, nunca habla del hijo. Raúl tampoco habla de
los suyos. Lisa es el centro de su mundo. Textilandia. Espera que hoy retome el
tema del viejo. Si es necesario, lo inducirá. Padres e hijos, el quid de la
cuestión. El nene terminará costándole el matrimonio a Daniela, casi podría
firmarlo. Difícil para una pareja transitar la minusvalía de un hijo. Qué le
habrá pasado a Camilo con su padre. Se fue tan enojado la semana pasada. Como
Nacho, siempre irritado con él. Con él y con Martina, con la madre tiene otro trato.
¿Cecilia ya estará con el cliente? Cuando busca la llave en el bolsillo del piloto descubre un agujero. Le pedirá a su vieja que se lo cosa. Abre la puerta del consultorio. Levanta todas las persianas. El sol está luchando por colarse entre las nubes. Mira el reloj. Justo la una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario