miércoles, 21 de agosto de 2013

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Miércoles 15

Se despierta y aún con los ojos cerrados palpa la cama. Lo tranquiliza rozar el cabello de Cecilia. Ha sido una semana tranquila. La escapada a McDonald´s y la charla posterior la hicieron entrar en razones. Ni una llegada tarde. Tuvieron buena cama, además. Gustavo la observa bajo la tenue luz que entra por la ventana. El cabello desparramado sobre la almohada, el rostro relajado, el escote del piyama dejando entrever el nacimiento de los senos. Él siente un súbito calor en la entrepierna. La alarma suena. Ella la apaga, se despereza con holgura y se incorpora. ¿Desayunás con nosotros? propone. Me quedo otro rato en la cama. Gustavo se cubre la cabeza para sofocar los gritos que sobrevendrán.   ¡Arriba, chicos, es tarde!

Se pone la polera de lana que le regalaron sus hijos para el cumpleaños. Cinco grados de sensación térmica. Camina por Cabildo hasta Virrey del Pino. Entra en  Van Gogh. Pide, como siempre, un café con leche con dos medialunas de grasa que consume hojeando el Clarín.  ANSES, AFIP, INDEC, SUBE, AFA. Boudou, De la Rúa, Mihanovich, Messi, Schoklender, Oyarbide, Stornelli,  Stiglitz. Recorre los titulares sin que las letras atraviesen su epidermis. Dobla el diario y lo deja a un costado. Mira por el ventanal. La gente se apura, empezó a lloviznar. Recién le avisaron que se suspendía el curso, o sea, tiene la mañana libre. Hace días que Santiago lo está llamando para concretar un encuentro. Abre el celular y pulsa el número de Cecilia. El contestador. La boca del estómago se le frunce. Instantes después el aparato suena. Atiende, aliviado. Pero no es ella.  Lo resolveré mañana, papá, estoy en el curso. Corta fastidiado. No hay manera de hacerle entender que los miércoles no existe. La lluvia ya es franca. Pide un cortado y saca el libro de Rolón. Había desestimado el ofrecimiento pero su madre, como de costumbre, se salió con la suya y se lo regaló. Para mis treinta y cinco piensa. Avala y critica el texto a medida que se deslizan las páginas. Hace marcaciones. Deja el libro y busca el celular. Estaba en una reunión, ya iba a contestarte, qué querías. A Gustavo se le acelera el corazón. Como la pausa ya es sospechosa ofrece ¿ almorzamos juntos?, empiezo a atender  recién a las dos. También la pausa de ella es desmedida. Qué lástima dice al cabo cité a un cliente a la una. Gustavo corta mortificado. No logra adaptarse al segundo puesto.  Ahora el laburo es lo más importante para ella. Ya no llueve. Llama al mozo.


Se sube el cuello del piloto y aprieta el paso, sorteando los charcos. Qué boludo, zapatos de gamuza. El bochinche de Cabildo le impide pensar con claridad. En Echeverría, dobla. Repasa mentalmente la agenda. María Inés. Está costando abrirle los ojos, ¿habrá hablado con el marido? Laura sí que tiene suerte con el suyo. Veinticinco años sin quiebres. La familia ejemplar. Sin embargo, ahora que lo piensa, nunca habla del hijo. Raúl tampoco habla de los suyos. Lisa es el centro de su mundo. Textilandia. Espera que hoy retome el tema del viejo. Si es necesario, lo inducirá. Padres e hijos, el quid de la cuestión. El nene terminará costándole el matrimonio a Daniela, casi podría firmarlo. Difícil para una pareja transitar la minusvalía de un hijo. Qué le habrá pasado a Camilo con su padre. Se fue tan enojado la semana pasada. Como Nacho, siempre irritado con él. Con él y con Martina, con la madre tiene otro trato. ¿Cecilia ya estará con el cliente?  Cuando busca la llave en el bolsillo del piloto descubre un agujero. Le pedirá a su vieja que se lo cosa. Abre la puerta del consultorio. Levanta todas las persianas. El sol está luchando por colarse entre las nubes. Mira el reloj. Justo la una.

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