Gustavo se mira
en el espejo del ascensor. El cuello de la camisa arrugado, la sombra de la
barba, ojeras. Así lo dejan los miércoles. Se detiene en el palier. Silencio
absoluto. Alarmado, abre. Lacán se precipita ladrando. Dice mamá que la llames grita Nacho desde su cuarto. Gustavo se
quita el saco y lo deja caer sobre un sillón. Mira el reloj de péndulo: nueve y
cuarto. Se acerca al teléfono. Hola, soy
Cecilia; no puedo atenderte, dejá un mensaje, por favor. Corta, fastidiado,
y se dirige al cuarto del chico. Hola,
hijo saluda desde la puerta ¿mamá te
dijo algo? Nacho, enfrascado en la computadora, informa que venía a las diez, que fuéramos
preparando algo. Martina llega corriendo y se aferra de la cintura del
padre. ¡Yo sé hacer salchichas!
Gustavo intenta controlar la bronca. Inspira profundamente. ¿Qué les parece si cenamos en McDonald’s?
propone. Dale contesta Nacho moviendo
el mouse. Martina parece preocupada. ¿Vale
igual la merienda de mañana? averigua. ¿Qué
merienda? pregunta Nacho sin mirarlos.
Ese es un asunto que tengo con tu hermana contesta Gustavo guiñando un ojo.
La nena, la boca ladeada, devuelve torpemente el guiño.
¡Martina! grita Gustavo desde el palier.
Ya voy, me estoy peinando. Nacho
revolea los ojos y llama al ascensor. La nena llega corriendo. Huele a perfume.
¿Le dejamos una nota a mami? propone.
No hace falta determina Gustavo,
abriendo el ascensor. Que se joda.
Gustavo sentado
en la cama, corrige su trabajo para el curso. Modelos de la relación mente-contexto. Los chicos duermen. La
puerta de calle, finalmente, se abre. Luego la de la cocina. Controla el reloj,
son casi las once. Instantes después Cecilia entra al dormitorio. ¿Ya cenaron? pregunta sacándose el
abrigo. Él la mira, serio. ¿Y a vos qué
te parece? Como no encontré nada en la cocina… Perdón, no te dejamos el plato preparado. El rictus de Cecilia
cambia en un instante. Qué pasa, se me hizo tarde, por una vez en catorce años se me
hizo tarde, qué, ¿me voy a ir al infierno? No hay mejor defensa que un buen ataque, registra
Gustavo. Trata de serenarse. ¿Dónde
estuviste? pregunta en mejor tono. ¿No
te contó Nacho?, este chico siempre igual.
No es él quien tiene que darme explicaciones. Tuvimos una reunión con el
socio de Fridman, el de la filial de Córdoba, parece que se trasladará acá y yo
pasaría a ser su secretaria privada, me
duplicarían el sueldo, una oportunidad increíble. ¿Por qué no me comentaste nada? Vos nunca me preguntás por mi trabajo. Cecilia
se saca los zapatos de taco, las pulseras, los aros. Gustavo recibe el impacto.
Es cierto, no suelen hablar del trabajo de ella. Del de él, sí. ¿Fueron a cenar? pregunta. No, bueno, en realidad algo así, empezamos
tomando café pero como se extendió la reunión terminamos comiendo unos
sándwiches. Y no pudiste avisar. No me di cuenta de que era tan tarde. La
bronca de Gustavo se va transformando en tristeza. Como si tuviera ensartado un
gancho en el abdomen que lo empujara hacia abajo. Me voy a duchar informa Cecilia. Está en el marco de la puerta
cuando se da vuelta y pregunta ¿adónde
fueron? A McDonald’s. ¿Cómo la pasaron? Gustavo tarda en contestar. Fue raro, de repente estaba sentado con los
dos chicos comiendo hamburguesas y me vi como si otro me estuviera viendo y
¿sabés qué? la mira fijo antes de
agregar me dio miedo. Cecilia se
acerca, se sienta junto a él. Mirá que
sos zonzo, Gus dice mientras le roza la mejilla. Él la abraza.
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