martes, 20 de agosto de 2013

16

Gustavo se mira en el espejo del ascensor. El cuello de la camisa arrugado, la sombra de la barba, ojeras. Así lo dejan los miércoles. Se detiene en el palier. Silencio absoluto. Alarmado, abre. Lacán se precipita ladrando. Dice mamá que la llames grita Nacho desde su cuarto. Gustavo se quita el saco y lo deja caer sobre un sillón. Mira el reloj de péndulo: nueve y cuarto. Se acerca al teléfono. Hola, soy Cecilia; no puedo atenderte, dejá un mensaje, por favor. Corta, fastidiado, y se dirige al cuarto del chico. Hola, hijo saluda desde la puerta ¿mamá te dijo algo? Nacho, enfrascado en la computadora, informa que venía a las diez, que fuéramos preparando algo. Martina llega corriendo y se aferra de la cintura del padre. ¡Yo sé hacer salchichas! Gustavo intenta controlar la bronca. Inspira profundamente. ¿Qué les parece si cenamos en McDonald’s? propone. Dale contesta Nacho moviendo el mouse. Martina parece preocupada. ¿Vale igual la merienda de mañana? averigua. ¿Qué merienda? pregunta Nacho sin mirarlos. Ese es un asunto que tengo con tu hermana contesta Gustavo guiñando un ojo. La nena, la boca ladeada, devuelve torpemente el guiño.

¡Martina! grita Gustavo desde el palier. Ya voy, me estoy peinando. Nacho revolea los ojos y llama al ascensor. La nena llega corriendo. Huele a perfume. ¿Le dejamos una nota a mami? propone. No hace falta determina Gustavo, abriendo el ascensor. Que se joda.

Gustavo sentado en la cama, corrige su trabajo para el curso. Modelos de la relación mente-contexto. Los chicos duermen. La puerta de calle, finalmente, se abre. Luego la de la cocina. Controla el reloj, son casi las once. Instantes después Cecilia entra al dormitorio. ¿Ya cenaron? pregunta sacándose el abrigo. Él la mira, serio. ¿Y a vos qué te parece? Como no encontré nada en la cocina… Perdón, no te dejamos el plato preparado. El rictus de Cecilia cambia en un instante.  Qué pasa, se me hizo tarde, por una vez en catorce años se me hizo tarde, qué, ¿me voy a ir al infierno?  No hay mejor defensa que un buen ataque, registra Gustavo. Trata de serenarse. ¿Dónde estuviste? pregunta en mejor tono. ¿No te contó Nacho?, este chico siempre igual.  No es él quien tiene que darme explicaciones. Tuvimos una reunión con el socio de Fridman, el de la filial de Córdoba, parece que se trasladará acá y yo pasaría a ser su secretaria privada,  me duplicarían el sueldo, una oportunidad increíble. ¿Por qué no me comentaste nada?  Vos nunca me preguntás por mi trabajo. Cecilia se saca los zapatos de taco, las pulseras, los aros. Gustavo recibe el impacto. Es cierto, no suelen hablar del trabajo de ella. Del de él, sí. ¿Fueron a cenar? pregunta. No, bueno, en realidad algo así, empezamos tomando café pero como se extendió la reunión terminamos comiendo unos sándwiches. Y no pudiste avisar. No me di cuenta de que era tan tarde. La bronca de Gustavo se va transformando en tristeza. Como si tuviera ensartado un gancho en el abdomen que lo empujara hacia abajo. Me voy a duchar informa Cecilia. Está en el marco de la puerta cuando se da vuelta y pregunta ¿adónde fueron? A McDonald’s. ¿Cómo la pasaron? Gustavo tarda en contestar. Fue raro, de repente estaba sentado con los dos chicos comiendo hamburguesas y me vi como si otro me estuviera viendo y ¿sabés qué?  la mira fijo antes de agregar me dio miedo. Cecilia se acerca, se sienta junto a él. Mirá que sos zonzo, Gus dice mientras le roza la mejilla. Él la abraza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario