La franca sonrisa de Laura. Brilla. Gustavo le da la mano y la
acompaña hasta el diván. Ella cuelga el
blazer en el perchero thonet y
se sienta. Hoy se la ve de mejor humor.
¿Se me nota? Hasta se permite coquetear, piensa Gustavo y acota a usted todo se le nota. Me llamaron de Alfaguara. Laura desliza una palma sobre otra, sonríe apretando
los labios, entrecruza ahora los dedos. Por fin anuncia me aceptaron la novela. Caramba,
qué noticia dice él sonriendo sobre todo para una principiante. Ella
se echa hacia atrás, fresca su
carcajada. La semana que viene firmaré el
contrato. Mientras la escucha hablar de cláusulas y condiciones Gustavo
evalúa si logrará terminar el trabajo del curso para el miércoles próximo. Tendrá que conseguir una prórroga. Calculé
mal, se dice pero luego se desdice y atribuye la
demora a la imposibilidad de concentrarse, hace días que está alterado. Cecilia lo altera. Laura, ahora,
comenta una cena familiar. Vinieron todos,
una alegría verlos juntos dice Laura
y continúa describiendo los detalles. Gustavo
solo asiente, de vez en cuando. De pronto percibe el silencio y fija la mirada
en ella. Laura entonces le sonríe, con dulzura piensa él, y dice gracias. ¿Gracias? pregunta, aumentando
el contorno de los ojos. Sin su apoyo no
me hubiera atrevido a presentarla confiesa. Gustavo mira, ahora, por la
ventana. Una tarde soleada. Se distrae observando el cielo unos instantes,
quizás demasiados, porque cuando vuelve a mirarla, ella ya no sonríe mientras
dice poniéndose el blazer Luis tiene una tos bárbara, anoche casi no
durmió.
Necesita recostarse aunque sea unos minutos. No entiende qué
le pasa con Laura. No logra concentrarse. Lo amodorra su manera de hablar. Cierra
los ojos. Segundos después recupera un recuerdo. Su madre lo reta. Él, ¿diez,
doce años?, la escucha en silencio. Cuando ella al fin se interrumpe, él dice
señalando el reloj pulsera, te faltan
diez minutos para llegar a la hora, ¿por qué no seguís? Siempre fue
infernal la vieja puesta a hablar. Las palabras de las mujeres tienen otra
densidad. ¿El gusto por el continente más que por el contenido? Cecilia también
es así. La habilidad de hablar indefinidamente sorteando el meollo. Está envenenado con Cecilia, todo lo que proviene de ella le
molesta. ¿Cuánto más puede demorar el enfrentamiento? El timbre. Por suerte,
Camilo. Él sí que nunca lo irrita. Se incorpora y alisa el diván.
Brillante, ágil , mente complicada la del terapeuta...
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