jueves, 22 de agosto de 2013

19

Vine solo  informa el chico y luego agrega bah, subí solo. Lo cual es bastante lo reafirma Gustavo. Camilo se desplaza con inusual soltura y se instala en el diván. ¿Cómo anduvo esa semana? El chico lo mira. Bien, en la escuela muy bien responde al cabo de un rato y calla. ¿Y en lo demás?  Camilo se encoge de hombros, normal dice y sumerge la mirada en los estantes de la biblioteca.  ¿Algo que me quieras contar?  El chico le habla de la tablet que le prometieron para el cumpleaños. Él es el encargado del estudio de mercado. Describe con minuciosidad modelos, precios, propiedades. Es como Nacho, piensa Gustavo,  bytes en la sangre. El chico está  comentando los videos pesan mucho cuando queda como suspendido, los ojos muy abiertos. ¿Qué pasa, Camilo? El chico parpadea repetidamente y dice me vino a la cabeza el sueño de anoche.  El pulso de Gustavo se acelera. Me gustaría mucho escucharte. Camilo lo mira un instante pero después fija la vista en la ventana. Yo estoy en el piso levantando pesas, todo sudado, los brazos me tiemblan  y escucho la voz de papá que dice Camilo vení a comer que es muy tarde y yo me distraigo y las pesas se me caen encima y me aplastan y yo trato de levantarlas pero no puedo y lo quiero llamar a papá para que me ayude y la voz no me sale y me doy cuenta de que me voy a morir porque ya no puedo respirar. Gustavo intenta memorizar palabra por palabra. Luego de un largo rato pregunta ¿entonces? Entonces me despierto informa Camilo jugueteando con sus orejas, la vista baja. ¿La situación te recuerda algo? El chico abandona las orejas y sacude la cabeza. Gustavo decide jugarse el todo por el todo y pregunta ¿cómo fue el accidente? No me acuerdo. ¿Perdiste la conciencia? Camilo se endereza de golpe.  ¡¡Te dije que no sé!! Gustavo llena un vaso de agua y se lo ofrece. Camilo toma un trago, mira su reloj. Igual ya es tarde dice. Apoya una pierna y se incorpora.


Gustavo sale al balcón. Cae una llovizna helada. Puede divisar, entre medio del follaje, al padre descendiendo del auto y al chico, rechazando la ayuda, tirar las muletas sobre el asiento y subir solo. Recién cuando el auto arranca, Gustavo entra.  Lo confunde la rabia de Camilo. Lo turba. Más allá de la terapia, es difícil conectarse con los chicos de esa edad, buscando torpemente la independencia. Nacho está imposible. Va hasta la cocina. Se moja la cara con agua y se seca con el repasador. Mira el cronograma. Sí, María Inés. Se promete no forzarla. Necesita una sesión liviana. Frente al espejo del pasillo se acomoda el cabello e intenta aflojar el cuello de la polera. Tendría que haberla cambiado.  Siempre le molestó la lana.  

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