Vine solo informa el chico y luego agrega bah, subí solo. Lo cual es bastante lo
reafirma Gustavo. Camilo se desplaza
con inusual soltura y se instala en
el diván. ¿Cómo anduvo esa semana? El
chico lo mira. Bien, en la escuela muy
bien responde al cabo de un rato y calla. ¿Y en lo demás? Camilo se
encoge de hombros, normal dice y
sumerge la mirada en los estantes de la biblioteca. ¿Algo
que me quieras contar? El chico le
habla de la tablet que le prometieron
para el cumpleaños. Él es el encargado del estudio de mercado. Describe con
minuciosidad modelos, precios, propiedades. Es como Nacho, piensa Gustavo, bytes en la sangre. El chico está comentando los
videos pesan mucho cuando queda como suspendido, los ojos muy abiertos. ¿Qué pasa, Camilo? El chico parpadea
repetidamente y dice me vino a la cabeza
el sueño de anoche. El pulso de Gustavo
se acelera. Me gustaría mucho escucharte.
Camilo lo mira un instante pero después fija la vista en la ventana. Yo estoy en el piso levantando pesas, todo
sudado, los brazos me tiemblan y escucho
la voz de papá que dice Camilo vení a comer que es muy tarde y yo me distraigo
y las pesas se me caen encima y me aplastan y yo trato de levantarlas pero no
puedo y lo quiero llamar a papá para que me ayude y la voz no me sale y me doy
cuenta de que me voy a morir porque ya no puedo respirar. Gustavo intenta
memorizar palabra por palabra. Luego de un largo rato pregunta ¿entonces? Entonces me despierto informa
Camilo jugueteando con sus orejas, la vista baja. ¿La situación te recuerda algo? El chico abandona las orejas y
sacude la cabeza. Gustavo decide jugarse el todo por el todo y pregunta ¿cómo fue el accidente? No me acuerdo. ¿Perdiste la conciencia? Camilo
se endereza de golpe. ¡¡Te dije que no sé!! Gustavo llena un
vaso de agua y se lo ofrece. Camilo toma un trago, mira su reloj. Igual ya es tarde dice. Apoya una pierna
y se incorpora.
Gustavo sale al
balcón. Cae una llovizna helada. Puede divisar, entre medio del follaje, al
padre descendiendo del auto y al chico, rechazando la ayuda, tirar las muletas
sobre el asiento y subir solo. Recién cuando el auto arranca, Gustavo entra. Lo confunde la rabia de Camilo. Lo turba. Más
allá de la terapia, es difícil conectarse con los chicos de esa edad, buscando
torpemente la independencia. Nacho está imposible. Va hasta la cocina. Se moja
la cara con agua y se seca con el repasador. Mira el cronograma. Sí, María
Inés. Se promete no forzarla. Necesita una sesión liviana. Frente al espejo del
pasillo se acomoda el cabello e intenta aflojar el cuello de la polera. Tendría
que haberla cambiado. Siempre le molestó
la lana.
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