Benicio durmió toda la noche informa Mariana en
cuanto se sienta. ¿Qué hiciste de
distinto para que esto sucediera? pregunta Gustavo. Me acosté en la cuna con él, pensé que era por un ratito pero cuando
abrí un ojo eran las seis de la mañana; él todavía dormía; lo estuve observando
un largo rato; es tanto más lindo cuando no llora; por primera vez desde que
nació lamenté no haberlo amamantado; ni bien se despertó me sonrió; se me
cayeron las lágrimas, pobre hijo mío, por qué no podía quererlo como él se
merece. Gustavo se queda reflexionando unos segundos. Luego comenta es alentador como utilizaste los verbos.
No comprendo. Dijiste ¨no podía
quererlo¨, usando el pretérito, sin embargo, con respecto al nene, empleaste el
presente ¨merece¨; eso me hace pensar que quizá sentís que tu imposibilidad
desapareció mientras que reconocés que los derechos de él siguen vigentes. Ahora es ella la que se queda
pensando. Desde el embarazo temí no poder
quererlo. Gustavo busca su mirada. Recién al conseguirla, dice cuando era chiquita, ¿creías que tu mamá no
te quería? No sé qué suponía en ese momento pero mirándolo retrospectivamente,
es obvio que si me hubiera querido no se habría alejado de mí durante años.
¿Alguna vez le preguntaste los motivos? Ya te conté, los padres estaban
enfermos. Ahora no sos una nena, sino una mujer inteligente con una profesión
en tu haber, ¿seguís considerando que ese es un motivo plausible? Ella lo
mira, parece sorprendida. Parecería que no contesta en voz muy baja. Sin embargo, no te interesa conocer los
reales motivos. Yo no dije eso lo corrige ella y luego de una larga pausa
agrega asumo que la causa debe ser lo
suficientemente dolorosa como para que hayan decidido ahorrármela. Pero a
Benicio no logran engañarlo. Me parece que te estás desbarrancando. Tal vez el
nene percibe la endeblez de tus cimientos e intenta obligarte a abrir los ojos. Mariana
se incorpora. Demasiadas hipótesis por el
día de hoy; ¿estás seguro de que estás habilitado a decir cuanto pasa por tu
imaginación?, ¿evaluás los costos de tus enunciaciones o solo pretendés lucirte
ante vos mismo? Mariana busca la cartera. Nos vemos el miércoles anuncia y
se dirige a la salida. Gustavo, desconcertado, la sigue, pero la puerta se abre y se cierra
antes de que él logre reaccionar.
Gustavo se apoya en la
pared del pasillo y cierra los ojos. No, no sabe si está habilitado. Mariana
tiene razón: está actuando movido por impulsos sin evaluar previamente las
consecuencias de sus intervenciones. Por suerte Ana María no puede verme,
piensa y resuelve que, por el momento, no le contará lo que está modificando en
su consultorio. Suspira hondo y va hasta la cocina. Precisa un buen café.
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