miércoles, 20 de agosto de 2014

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¿Te vas de vacaciones ? le pregunta Gustavo a Joaquín después de escucharlo protestar un rato por el calor. Sí, la primera quincena de enero. Entonces solo nos queda un par de encuentros. Qué loco comenta el chico sabía que me iba pero no junté las dos cosas, qué boludo; bueno, igual nos perdemos solo dos sesiones. Cuatro lo corrige Gustavo yo me tomo todo el mes. Ah dice Joaco y después comenta no sé por qué no lo dijiste de entrada. Gustavo reconoce su error. Me quedo en Buenos Aires trata de justificarse si me precisás no tenés más que llamarme. El chico sonríe con desdén.  Me comunicaré con vos a mediados de enero para ver cómo estás. Es raro, me lo estás diciendo, pero no puedo creerte, ¿me vas a cobrar la llamada? ¿Considerás que solo si pagás la gente se puede interesar por vos? ¿Te importaría algo de mí si yo no te pagara? Gustavo reflexiona, el chico no está diciendo pavadas, se merece una respuesta sincera. Esta es mi profesión y necesito cobrar para poder mantenerme; te acercaste a mí a través del ámbito profesional; si te hubiera conocido en otras circunstancias por supuesto que me habrías interesado; pensá en tu tío Raúl, ¿obtuvo algún beneficio al ocuparse de vos?; sos un chico con muchos valores, Joaco, muchos repararán en vos, claro, con una condición. ¿Qué condición? pregunta Joaquín, los ojos muy abiertos.  Que logres abrirte  a los demás y en eso estamos trabajando. Me cuesta mucho admite Joaquín, la vista baja. Tendrás vos que reconocerte como valioso para poder ser valiosos a los ojos de los demás. El pibe se queda pensando un largo rato. Hablé con mi papá cuenta le pregunté si le gustaba trabajar con el abuelo. Gustavo recuerda la idéntica pregunta de su propio hijo. Me explicó que, en realidad, no trabajaba con él, que había días en que ni siquiera se lo cruzaba; entonces le pregunté si trabajaba para él; me dijo que él no trabajaba para nadie, que era un profesional independiente y bla, bla, bla pero casi gritaba, me di cuenta de que se había puesto muy mal y ahí mismo se fue y terminó la charla. ¿Por qué creés que tu padre se incomodó? Ni idea. ¿Qué es lo primero que se te ocurre? Le dio vergüenza. Gustavo calla. Soy un boludo dice el chico cómo le va a dar vergüenza a mi papá. ¿Pensás que tu padre está orgulloso de cuanto hace? Él hace solo lo que quiere; si no quisiera trabajar con el abuelo no lo haría. Gustavo recuerda su propia posición. ¿Estás tan seguro? pregunta.  Joaquín calla. ¿A vos te gustaría trabajar con tu padre? ¡Ni muerto! exclama el chico siempre sería su esclavo. Gustavo experimenta una repentina y acuciante sed. Se sirve un vaso agua. Lo bebe con parsimonia y luego dice todos los roles en la vida tienen su parte complicada; lo importante es descubrir cuál es el papel que uno está jugando en la obra de su vida, reconocerse en él y luego decidir si es ese el que uno quiere seguir jugando; hasta ahora te sentiste cómodo con el disfraz del que nada se puede esperar; por otro lado, ese rol te permitió, de alguna manera, salir de la esfera de tu padre que solo cobija a los exitosos; sería interesante que pudieras descubrir todos tus valores y que eso no te obligara a resignar tu independencia; tenés mucho trabajo para esta semana, Joaco; te sugiero que observes tu accionar y el de todos los miembros de la familia como si fueras parte del público que mira la obra; el miércoles próximo lo charlamos, ¿te parece? Trataré dice el chico pero no sé si voy a poder. Esa es una respuesta de tu antiguo rol, no vale como disculpa indica Gustavo sonriendo ampliamente. El pibe también sonríe.


Gustavo experimenta una creciente inquietud. Intenta rastrear su origen.  Llama a la nena y la encuentra lo más bien pero la desazón no se alivia. Se prepara un té. El líquido caliente lo reconforta.

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