¿Te vas de vacaciones ? le pregunta Gustavo a
Joaquín después de escucharlo protestar un rato por el calor. Sí, la primera quincena de enero. Entonces
solo nos queda un par de encuentros. Qué loco comenta el chico sabía que me iba pero no junté las dos
cosas, qué boludo; bueno, igual nos perdemos solo dos sesiones. Cuatro lo
corrige Gustavo yo me tomo todo el mes.
Ah dice Joaco y después comenta no sé
por qué no lo dijiste de entrada. Gustavo reconoce su error. Me quedo en Buenos Aires trata de
justificarse si me precisás no tenés más
que llamarme. El chico sonríe con desdén.
Me comunicaré con vos a mediados
de enero para ver cómo estás. Es raro, me lo estás diciendo, pero no puedo
creerte, ¿me vas a cobrar la llamada? ¿Considerás que solo si pagás la gente se
puede interesar por vos? ¿Te importaría algo de mí si yo no te pagara? Gustavo
reflexiona, el chico no está diciendo pavadas, se merece una respuesta sincera.
Esta es mi profesión y necesito cobrar
para poder mantenerme; te acercaste a
mí a través del ámbito profesional; si te hubiera conocido en otras
circunstancias por supuesto que me habrías interesado; pensá en tu tío Raúl,
¿obtuvo algún beneficio al ocuparse de vos?; sos un chico con muchos valores,
Joaco, muchos repararán en vos, claro, con una condición. ¿Qué condición? pregunta
Joaquín, los ojos muy abiertos. Que logres abrirte a los demás y en eso estamos trabajando. Me
cuesta mucho admite Joaquín, la vista baja. Tendrás vos que reconocerte como valioso para poder ser valiosos a los
ojos de los demás. El pibe se queda pensando un largo rato. Hablé con mi papá cuenta le pregunté si le gustaba trabajar con el
abuelo. Gustavo recuerda la idéntica pregunta de su propio hijo. Me explicó que, en realidad, no trabajaba
con él, que había días en que ni siquiera se lo cruzaba; entonces le pregunté
si trabajaba para él; me dijo que él no trabajaba para nadie, que era un
profesional independiente y bla, bla, bla pero casi gritaba, me di cuenta de
que se había puesto muy mal y ahí mismo se fue y terminó la charla. ¿Por qué creés
que tu padre se incomodó? Ni idea. ¿Qué es lo primero que se te ocurre? Le dio
vergüenza. Gustavo calla. Soy un
boludo dice el chico cómo le va a dar
vergüenza a mi papá. ¿Pensás que tu padre está orgulloso de cuanto hace? Él
hace solo lo que quiere; si no quisiera trabajar con el abuelo no lo haría. Gustavo
recuerda su propia posición. ¿Estás tan
seguro? pregunta. Joaquín calla. ¿A vos te gustaría trabajar con tu padre?
¡Ni muerto! exclama el chico siempre sería su esclavo. Gustavo
experimenta una repentina y acuciante sed. Se sirve un vaso agua. Lo bebe con parsimonia y luego dice todos los roles en la vida tienen su parte
complicada; lo importante es descubrir cuál es el papel que uno está jugando en
la obra de su vida, reconocerse en él y luego decidir si es ese el que uno
quiere seguir jugando; hasta ahora te sentiste cómodo con el disfraz del que
nada se puede esperar; por otro lado, ese rol te permitió, de alguna manera,
salir de la esfera de tu padre que solo cobija a los exitosos; sería
interesante que pudieras descubrir todos tus valores y que eso no te obligara a
resignar tu independencia; tenés mucho trabajo para esta semana, Joaco; te
sugiero que observes tu accionar y el de todos los miembros de la familia
como si fueras parte del público que mira la obra; el miércoles próximo lo
charlamos, ¿te parece? Trataré dice el chico pero no sé si voy a poder. Esa es una respuesta de tu antiguo rol, no
vale como disculpa indica Gustavo sonriendo ampliamente. El pibe también
sonríe.
Gustavo experimenta
una creciente inquietud. Intenta rastrear su origen. Llama a la nena y la encuentra lo más bien
pero la desazón no se alivia. Se prepara un té. El líquido caliente lo
reconforta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario