Lo impacta el aspecto de Mariana. Está sumamente
arreglada. Pollera corta, tacos altos. Se ubican. ¿Empezaste a trabajar? averigua. ¿Por qué me lo preguntás? Por tu atuendo. No, solo necesité comprobar
que seguía siendo la de antes. ¿Y qué te pasó cuando te viste? Ella
cabecea. Más allá de que tuve que luchar
para subirme el cierre de la pollera, no luzco igual. ¿Qué percibís como
diferente? Perdí presencia. Es muy interesante lo que decís, tratá de
explicarme. Ella se queda reflexionando. Antes de salir a la calle siempre me miraba en el espejo; y comprobaba,
una y otra vez, que era capaz de conseguir lo que quisiera, desde un trabajo
hasta un amante; salía dispuesta a ganar. ¿Y qué te devolvió el espejo hoy?
Nada, no soy nada, ya no tengo la llama en los ojos; varias veces me dijeron
que era muy difícil sostenerme la mirada. Es decir que no saliste en plan de
combate comenta Gustavo y ella lo mira elevando levemente el mentón. Te pusiste el uniforme pero solo el
uniforme. No te entiendo. Ya no sos un soldado. Cómo te gusta alardear con eso.
¿Alardear? ¡Tu gran descubrimiento! Tu gran descubrimiento. Ella se
endereza y adelanta el torso hacia adelante. ¿No
será que en tu mirada se filtra la blandura que te exige Benicio? Ella hace
una mueca despectiva. Luego de un rato comenta hice lo deberes. Gustavo la mira, sorprendido. No te entiendo dice. El
miércoles pasado, cuando fui a buscar al nene, por primera vez me lo encontré
plácidamente dormido; mamá me ofreció un café; cuando estábamos las dos frente
a la mesa de la cocina le pregunté por mi nacimiento; me dijo que yo había
nacido de parto normal, con tres kilos y medio, que me había amamantado hasta
el año y medio, que por eso se había puesto mal cuando yo decidí no darle el
pecho a Benicio, pero que ella no tenía derecho a exigirme nada; noté que las
manos le temblaban; le pregunté por qué pensaba eso; ella me miró, estaba
desencajada; ¨yo no pude ser una buena madre¨, me dijo; y cuando yo me disponía
a insistir se despertó Benicio, le tuve que dar la mamadera y después llegó mi
papá; decidí concederle una tregua por Navidad pero ayer la llamé y le pedí que
viniera a casa a quedarse un rato con el nene; en cuanto llegó le dije a mi
empleada que lo sacara a pasear en cochecito; mamá no entendía nada; entonces
le expliqué que necesitaba que charláramos tranquilas; le pregunté por qué no
me había querido cuando era chiquita y se puso como loca, me dijo que me
adoraba entonces le empecé a gritar y le reclamé que no entendía como una madre
podía abandonar a una nena de pocos años; se levantó y buscó la cartera pero la
agarré de un brazo y la empujé sobre el sillón; ¿sabe por qué mi mamá no venía
a verme? Mariana esboza una extraña sonrisa porque estaba en la cárcel;
después de que la torturé otro buen rato terminó contándome que el día del aniversario
de casamiento le quiso dar una sorpresa a mi papá, me dejó con mi abuela y se
le apareció cerca de las ocho en el consultorio para invitarlo a cenar; cuando
llegó abrió con su llave; escuchó ruidos raros; la puerta del consultorio
estaba entreabierta; se asomó y descubrió a mi padre en el piso teniendo
relaciones con una mujer; salió dando un portazo y se subió al auto; escapó manejando como loca, sin encender las luces, ya estaba oscuro; atropelló a una mujer
y la mató; lo peor es que, como no se dio cuenta, ni se detuvo; le dieron un
año de prisión; cuando salió estaba desquiciada y la internaron otro año en un psiquiátrico, entraba y salía con depresiones severas; recién cuando yo tenía diez
años estuvo en condiciones de venir a Buenos Aires; en cuanto ocurrió todo,
papá se vino conmigo para acá porque, como se imaginará; en Trenque Lauquen fue
un escándalo; entonces llegó la chica con Benicio, tuve que darle de comer y
mamá aprovechó la volada para desaparecer lo mira con intensidad ¿a vos te parece que es un buen momento
para que te tomes vacaciones? No contesta Gustavo obligándose a ser
sincero, conmocionado por el relato el
miércoles te espero a la hora de siempre. Ella se endereza en el asiento me parece bien pero ahora me voy, estoy un
poco mareada, me debe de haber bajado la
presión. ¿Querés que te prepare un té?, ¿algo dulce? ofrece él. Gracias, prefiero irme. ¿Seguro que estás
bien? Sí, no te preocupes. En el momento de despedirla Gustavo pide mándame un mensajito cuando llegues a tu
casa. Ella lo mira y le da otro beso en la mejilla.
Gustavo está
desconcertado. Le sorprende que en tan poco tiempo de tratamiento haya podido
ocasionar tamaño movimiento del tablero. ¿Para bien? Porque Mariana la está
pasando mal, muy mal. Seguir
atendiéndola es lo menos que puede hacer por ella ahora que la hizo descender
hasta el abismo. ¿Qué si reconsiderara las vacaciones con el resto de los pacientes?
Recuerda la propuesta de su padre. ¿Será posible que el próximo año pueda
atender todos los días? ¿Será capaz de conseguir más pacientes?, ¿de sostener
los que tiene? De pronto siente hambre,
claro, no desayunó. Abre la heladera y come un trozo de queso.
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