Gustavo, la llave en la mano, se detiene. Apoya la
oreja en la puerta. Ningún ruido. Abre con delicadeza. Solo está encendida la
luz del pasillo. El sillón del living está con las sábanas puestas,
prolijamente estiradas. Le queda claro que Cecilia todavía no se acostó. ¿Habrá
pasado algo con la nena? Intentando no hacer ruido se dirige hacia los
dormitorios. La puerta del de Nacho, como siempre, cerrada. La de la nena, entornada.
Se asoma. Martina duerme profundamente. El baño está cerrado. Seguro que está
ella, decide. Más tranquilo va hasta su cuarto, abre y entra. Dejaron la luz
encendida, es su primer pensamiento. Hasta que descubre a Cecilia, envuelta en
una toalla, frente al placar abierto de par en par. No encuentro el camisón, Juana lo debe haber guardado se justifica
ella. Gira bruscamente y la toalla se le engancha y cae al suelo. Queda,
desnuda, frente a él. Ella se agacha para recogerla. Él solo alcanza a pensar
que debe evitarlo. Avanza y pisa la toalla. Ella, entonces, la suelta, se incorpora
y, los brazos bajos, la boca entreabierta, lo mira. Él la abraza.
Novela por entregas. Gustavo está iniciando su carrera de terapeuta. Miércoles a miércoles, su propia vida y la de sus cinco pacientes se va modificando. ¿Los acompañamos?
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