viernes, 29 de agosto de 2014

183

Camilo llega con bermudas. Mientras avanza hacia el consultorio, Gustavo, desde atrás observa las cicatrices. Hoy es la última vez, anuncia el chico no más sentarse. Sí, hasta febrero lo corrige él. ¿Cuándo tiempo tengo que seguir viniendo? Gustavo reflexiona. Está decidido a que sus pacientes conserven la libertad. ¿No querés venir más? pregunta. No, no es eso, solo por saber. Seguiremos trabajando en tanto vos desees y yo considere que hay algo que yo pueda seguir aportándote. Tenemos para rato, entonces. ¿Por qué lo suponés? Conocí a mi hermanita cuenta el chico. Cierto recuerda Gustavo el fin de semana; ¿y cómo resultó? Un lío; en cuanto vio a la nena, Luciana se encaprichó en alzarla, Azul se puso a llorar a los gritos, papá la retó a Lu y, para rematarla, Toby se pilló; la única que conservó la calma fue mamá, primero lo cambió a Toby y después agarró a la nena se la llevó a un lugar tranquilo y media hora después la devolvió recontenta, con una galletita en la mano y un oso en la otra; Lu estaba enojada con papá y ya no le prestó atención a la nena; Toby se fue a dormir la siesta y así terminó todo; tendrías que haber estado vos agrega Camilo, sonriendo. Todavía no me contaste lo más importante comenta Gustavo, complacido. ¿Qué? pregunta el chico, los ojos muy abiertos. ¿Cómo te sentiste vos en medio de ese caos? Camilo se queda reflexionando un largo rato. Me causó gracia contesta. ¿Gracia? inquiere Gustavo, sorprendido. Sí, en las familias con muchos chicos siempre hay lío; eso, parecíamos una familia explica con una sonrisa. Eran una familia lo corrige Gustavo. Me dio lástima cuando papá se la llevó, no sé cuándo la veremos de nuevo; ¿sabés que es lo que me dejó más tranquilo? Gustavo hace un gesto alentándolo a continuar. Me di cuenta de que mi mamá la quiere a la beba, porque si no la quisiera estaríamos todos en el horno, empezando por papá; pero mi mamá, vos ya la conociste, es lo más. ¿Tuviste a Azul en brazos? ¡No!, ¿para que se pusiera a llorar?, hay que darle tiempo, como dice mamá, yo me fui al cuarto de Toby y le leí un cuentito, él sí que me dio lástima. ¿Por qué? pregunta Gustavo. Se tiene que bancar que ya no es el más chiquito. Vos sí que tenés experiencia al respecto acota Gustavo. Y, sí, ¡tres monos después que yo! exclama el chico, busca un chiclet en su bolsillo y masca. ¿Cómo pasaron Navidad? pregunta Gustavo eludiendo abordar temas nuevos. Bien, en lo de mis abuelos. ¿Maternos o paternos? De mi mamá, mi otra abuela se murió poco antes del accidente y mi abuelo hace mucho; lo único que me alegra de que se haya muerto mi abuela, es de que no llegó a verme así hace un gesto señalando las piernas ella me quería mucho; ¿te imaginás haber sufrido por mi accidente para morirse enseguida?, una boludez; me acuerdo bien el último día que estuve con ella, jugamos a la canasta; ninguno de mis amigos sabe jugar, es juego de viejas, parece, pero a mí me encantaba; no tuve tiempo de llorar a la abuela porque después me tocó a mí; recién ahora lo pienso, pobre papá, y encima con mamá en Estados Unidos cuidando a mi tía; mal año para los Castillo. Por suerte ya pasó le recuerda Gustavo, conmovido por la madurez del chico. Sí, porque rengo y todo, estoy vivo y tan, tan mal no me va; ¿querés que te cuente de Sofía? pregunta, pícaro. Desde las vísceras, Gustavo sonríe.



Mientras se prepara un té, vibra su celular. Cecilia. Abre, alarmado. ¿Cómo te fue con tu padre? lee. En solo seis palabras, la confirmación de la cotidianeidad reinstalada. Me propuso que trabaje solo por las mañanas. A la noche te cuento escribe. Y en la certeza de que podrá compartirlo con ella le provoca una tibieza en el alma ajena al té que bebe a sorbos. Al menos por ahora, trata de protegerse. Solo falta que los análisis de Martina de mañana, la libren de otra diálisis, para poder terminar bien el 2012. Qué año imposible de olvidar. En lo bueno y en lo malo. Como todos los años, en realidad. Mes a mes, semana a semana, tejiendo la trama de la vida. De eso se trata, piensa, mientras se apresta a recibir a María Inés.

jueves, 28 de agosto de 2014

182

Lo impacta el aspecto de Mariana. Está sumamente arreglada. Pollera corta, tacos altos. Se ubican. ¿Empezaste a trabajar? averigua. ¿Por qué me lo preguntás? Por tu atuendo. No, solo necesité comprobar que seguía siendo la de antes. ¿Y qué te pasó cuando te viste? Ella cabecea. Más allá de que tuve que luchar para subirme el cierre de la pollera, no luzco igual. ¿Qué percibís como diferente? Perdí presencia. Es muy interesante lo que decís, tratá de explicarme. Ella se queda reflexionando. Antes de salir a la calle siempre me miraba en el espejo; y comprobaba, una y otra vez, que era capaz de conseguir lo que quisiera, desde un trabajo hasta un amante; salía dispuesta a ganar. ¿Y qué te devolvió el espejo hoy? Nada, no soy nada, ya no tengo la llama en los ojos; varias veces me dijeron que era muy difícil sostenerme la mirada. Es decir que no saliste en plan de combate comenta Gustavo y ella lo mira elevando levemente el mentón. Te pusiste el uniforme pero solo el uniforme. No te entiendo. Ya no sos un soldado. Cómo te gusta alardear con eso. ¿Alardear? ¡Tu gran descubrimiento! Tu gran descubrimiento. Ella se endereza y adelanta el torso hacia adelante. ¿No será que en tu mirada se filtra la blandura que te exige Benicio? Ella hace una mueca despectiva. Luego de un rato comenta hice lo deberes. Gustavo la mira, sorprendido. No te entiendo dice. El miércoles pasado, cuando fui a buscar al nene, por primera vez me lo encontré plácidamente dormido; mamá me ofreció un café; cuando estábamos las dos frente a la mesa de la cocina le pregunté por mi nacimiento; me dijo que yo había nacido de parto normal, con tres kilos y medio, que me había amamantado hasta el año y medio, que por eso se había puesto mal cuando yo decidí no darle el pecho a Benicio, pero que ella no tenía derecho a exigirme nada; noté que las manos le temblaban; le pregunté por qué pensaba eso; ella me miró, estaba desencajada; ¨yo no pude ser una buena madre¨, me dijo; y cuando yo me disponía a insistir se despertó Benicio, le tuve que dar la mamadera y después llegó mi papá; decidí concederle una tregua por Navidad pero ayer la llamé y le pedí que viniera a casa a quedarse un rato con el nene; en cuanto llegó le dije a mi empleada que lo sacara a pasear en cochecito; mamá no entendía nada; entonces le expliqué que necesitaba que charláramos tranquilas; le pregunté por qué no me había querido cuando era chiquita y se puso como loca, me dijo que me adoraba entonces le empecé a gritar y le reclamé que no entendía como una madre podía abandonar a una nena de pocos años; se levantó y buscó la cartera pero la agarré de un brazo y la empujé sobre el sillón; ¿sabe por qué mi mamá no venía a verme? Mariana esboza una extraña sonrisa  porque estaba en la cárcel; después de que la torturé otro buen rato terminó contándome que el día del aniversario de casamiento le quiso dar una sorpresa a mi papá, me dejó con mi abuela y se le apareció cerca de las ocho en el consultorio para invitarlo a cenar; cuando llegó abrió con su llave; escuchó ruidos raros; la puerta del consultorio estaba entreabierta; se asomó y descubrió a mi padre en el piso teniendo relaciones con una mujer; salió dando un portazo y se subió al auto; escapó manejando como loca, sin encender las luces, ya estaba oscuro; atropelló a una mujer y la mató; lo peor es que, como no se dio cuenta, ni se detuvo; le dieron un año de prisión; cuando salió estaba desquiciada y la internaron otro año en un psiquiátrico, entraba y salía con depresiones severas; recién cuando yo tenía diez años estuvo en condiciones de venir a Buenos Aires; en cuanto ocurrió todo, papá se vino conmigo para acá porque, como se imaginará; en Trenque Lauquen fue un escándalo; entonces llegó la chica con Benicio, tuve que darle de comer y mamá aprovechó la volada para desaparecer lo mira con intensidad ¿a vos te parece que es un buen momento para que te tomes vacaciones? No contesta Gustavo obligándose a ser sincero, conmocionado por el relato el miércoles te espero a la hora de siempre. Ella se endereza en el asiento me parece bien pero ahora me voy, estoy un poco mareada, me debe de haber bajado la presión. ¿Querés que te prepare un té?, ¿algo dulce? ofrece él. Gracias, prefiero irme. ¿Seguro que estás bien? Sí, no te preocupes. En el momento de despedirla Gustavo pide mándame un mensajito cuando llegues a tu casa. Ella lo mira y le da otro beso en la mejilla.


Gustavo  está desconcertado. Le sorprende que en tan poco tiempo de tratamiento haya podido ocasionar tamaño movimiento del tablero. ¿Para bien? Porque Mariana la está pasando mal, muy mal.  Seguir atendiéndola es lo menos que puede hacer por ella ahora que la hizo descender hasta el abismo. ¿Qué si reconsiderara las vacaciones con el resto de los pacientes? Recuerda la propuesta de su padre. ¿Será posible que el próximo año pueda atender todos los días? ¿Será capaz de conseguir más pacientes?, ¿de sostener los que tiene?  De pronto siente hambre, claro, no desayunó. Abre la heladera y come un trozo de queso.

miércoles, 27 de agosto de 2014

181

Buenos días lo saluda su padre te pedí que vinieras porque quiero arreglar con vos unas cuantas cosas y, con los feriados, solo nos quedan un par de días. Se enfrascan en clientes, pagos y facturas. Al final no me diste tu opinión con respecto a mi proyecto de sumar otro día al consultorio se atreve a plantear, de pronto, Gustavo. Creí que te habías olvidado sonríe el padre pero luego, serio comenta estuve pensando en el tema porque yo te preciso acá todos los días; ya se me complican demasiado los miércoles; se me ocurrió que es mejor opción que vengas todos los días por las mañanas, que son más complicadas, hasta que termina el turno de las 13; por supuesto que ajustando el sueldo proporcionalmente, porque voy a tener que tomar a alguien, claro, que ejecute lo que vos le dejes indicado; ya no tengo fuerzas para hacerme cargo de todo. Gustavo, azorado, descubre dos cosas: que es imprescindible en la fábrica y que su padre se está poniendo viejo. Me parece una excelente idea, porque, además, el grueso de los pacientes se concentran por la tarde; en febrero me encargaré de organizar todo de modo de poder arrancar en marzo. Se te ve entusiasmado comenta el padre cómo me gustaría verte así con la fábrica; porque siempre trabajaste con mucha eficiencia pero nunca con pasión saca un pañuelo del bolsillo del saco y se seca la frente aunque en realidad, a mí me pasó lo mismo Gustavo lo observa, conteniendo la respiración recién la fábrica se me metió en la sangre cuando murió tu abuelo. A Gustavo le sale del alma no te vayas a morir, viejo, porque esta fábrica desaparecería con vos. El padre, cabecea, y dice estoy seguro de que no, esta fábrica le dio de comer a mi abuelo, a mi padre, a mí y a vos; ¿por qué privarlos a mis nietos y a los hijos de mis nietos? Gustavo repara en que es demasiado fuerte el mandato. No puedo prometértelo, papá, espero que mis hijos puedan, desde un principio, trabajar en lo que les guste. El padre sonríe. Tendré que captarlo a Nacho dice ese pibe es una luz para los negocios, me di cuenta, desde que era chiquito, por las cosas que me pregunta cada vez que viene a la fábrica,. Gustavo descubre que hay muchas cosas que ignora de su padre y de su hijo. ¿Me conozco a mí mismo?, se plantea.

martes, 26 de agosto de 2014

180

Miércoles 26 de diciembre
Gustavo, adormilado, palpa la cama. Se incorpora bruscamente. Nueve y cuarenta y cinco en su reloj. Se levanta de un salto. Quedó a las diez con Santiago. No se siente bien. Recuerda el vithel toné, la sidra y el pan dulce y se incrementan sus naúseas. Va hasta el baño y toma un digestivo. En la cocina lo recibe Juana. ¿cómo pasó la nochebuena? pregunta él. Tranquila, en casa con mi marido y los chicos, no es noche para trasladarse; ayer almorzamos en lo de mi madre; ¿le preparo un café? No, ya salgo, cualquier cosa me llaman  indica él.


¡Feliz navidad! lo recibe Santiago, en la mesa contra la ventana. Van Gogh está extrañamente vacío, dada la hora. Gustavo se sienta, bostezando. ¿Resaca? Le pregunta su amigo. Indigestión, solo un par de copas de sidra. Yo me tomé todo; pasé la nochebuena en la casa de Marisa. ¿Cómo te fue? De diez; son cuatro hermanos y quichicientos sobrinos. Te veo mal comenta Gustavo. ¿Por qué? Hasta que Marisa no te encaje media docena de críos no parará. Ambos ríen. La vieja se puso furiosa continúa Santiago primera Nochebuena sin su hijito; compensé dedicándoles todo el 25, sin Marisa, obvio, para calmar las aguas ríe ¿y vos? Nochebuena pasamos en lo de mi madre; el 25 almorzamos en lo de mi viejo y  cenamos con la familia de Cecilia. ¿Cómo es eso? inquiere Santiago con el ceño fruncido. Estás muy atrasado de noticias dice Gustavo girando para llamar al mozo esperá que me pido algo. Dale, largá, no te hagas el interesante reclama Santiago cuando llega el té. Sabés que Cecilia se estaba quedando en casa por pedido de la nena. Sí, pero el miércoles pasado me dijiste que era la última noche. Gustavo baja la vista. No me digas nada, soy capaz de adivinarlo, para festejar que era la última noche terminaron durmiendo en la misma cama. Gustavo calla. ¿Acerté? y como Gustavo no reacciona Santiago agrega estaba cantado, en esas circunstancias solo era cuestión de tiempo; ¿sigo adivinando o me contás? Vos todo lo trivializás dice Gustavo, irritado. ¿Querés que traiga unos violines así todo suena más romántico? Gustavo amaga con levantarse. Santiago lo retiene con una mano sobre el brazo. ¡Qué poco sentido del humor!, tu problema es que te tomás la vida demasiado en serio. Y el tuyo que seguís boludeando a los treinta y cinco años. Quedate tranquilo, Marisa ya me echó el lazo, pero ¡quién me quita lo bailado!  Gustavo, a su pesar, termina sonriendo. Lo vamos a intentar, Santiago, los chicos se lo merecen; todo es muy raro, ¿me querés creer que ninguno de los dos preguntó por qué Cecilia no seguía durmiendo en el living?; todavía no hablamos con ellos, ni siquiera hablamos demasiado entre nosotros, nos estamos dejando llevar; veremos cómo resulta. Santiago levanta el vasito con agua y lo choca con el de Gustavo. Brindo por los cuatro, pero sobre todo brindo por vos; Cecilia no es mujer para perderla; además, qué otra va a bancar que yo sea tu amigo del alma. Gustavo le empuja el hombro hacia atrás. Mirá que sos pelotudo dice.  Ambos ríen.

lunes, 25 de agosto de 2014

179

Gustavo, la llave en la mano, se detiene. Apoya la oreja en la puerta. Ningún ruido. Abre con delicadeza. Solo está encendida la luz del pasillo. El sillón del living está con las sábanas puestas, prolijamente estiradas. Le queda claro que Cecilia todavía no se acostó. ¿Habrá pasado algo con la nena? Intentando no hacer ruido se dirige hacia los dormitorios. La puerta del de Nacho, como siempre, cerrada. La de la nena, entornada. Se asoma. Martina duerme profundamente. El baño está cerrado. Seguro que está ella, decide. Más tranquilo va hasta su cuarto, abre y entra. Dejaron la luz encendida, es su primer pensamiento. Hasta que descubre a Cecilia, envuelta en una toalla, frente al placar abierto de par en par. No encuentro el camisón, Juana lo debe haber guardado se justifica ella. Gira bruscamente y la toalla se le engancha y cae al suelo. Queda, desnuda, frente a él. Ella se agacha para recogerla. Él solo alcanza a pensar que debe evitarlo. Avanza y pisa la toalla. Ella, entonces, la suelta, se incorpora y, los brazos bajos, la boca entreabierta, lo mira. Él la abraza.

viernes, 22 de agosto de 2014

178

¿Por qué estás acá? le pregunta su madre mientras sirve el arroz con leche. Gustavo inspira hondo. Era obvio que la cena no le saldría gratis. Me imagino que no es porque tenías ganas de verme. No empieces, mamá. ¿Cómo están las cosas con Cecilia? Ya te dije, estamos distanciados. Pero Cecilia se está quedando en tu casa. Parece que no conocieras el estado de Martina. A Martina la conozco, sí, pero a vos te conozco mejor. Basta, mamá, siempre te la arreglás para arruinar todo. Claro, porque fui yo la que alejó a Cecilia. Dejá de decir disparates. Es que vos no comprendés a las mujeres. Gustavo se incorpora y deja la servilleta sobre la mesa. Mejor me voy. Qué raro yéndote, vos, parece que no supieras hablar, no entiendo cómo te la arreglas con tus pacientes. Él agarra sus cosas y se dirige hacia la puerta. Esperá dice ella mientras va hacia la cocina te preparo un poco de arroz para los chicos; les encanta.

jueves, 21 de agosto de 2014

177

No sé qué me pasa le cuenta Gustavo a Ana María espero que no sea una crisis de ansiedad. Cuénteme qué siente. De libro: taquicardia, dificultad para respirar, dolor en el pecho. ¿En qué momento comenzó? Esta tarde, en el consultorio. ¿Cuándo estaba atendiendo? Gustavo se queda pensando. No, en los intervalos. No parece tener relación, entonces, con los pacientes. No, a pesar de que estaba un poco inquieto por tener que plantear el tema de las vacaciones, me sentí muy bien atendiendo. ¿Está preocupado por su hija? Eso, siempre, pero ya está mucho mejor. ¿La fábrica? Hoy tuve una conversación con mi padre a raíz de las vacaciones, pero terminé comentándole que estaba pensando añadir otro día de consultorio el año próximo. Un paso importante, lo felicito comenta ella, un pulgar apenas levantado y luego, ya seria, añade ¿eso lo puso ansioso? No responde él, y lo tiene muy claro no es eso. ¿Qué pasó hoy? Ya le dije, la charla con mi padre. ¿Hay algo que esté por pasar?  A Gustavo se le cae el mundo encima. Si seré pelotudo, piensa. Chasquéa. Es la última noche que Cecilia duerme en casa informa. ¿Desde cuándo? Una semana; hubo mucha presión de la nena, pero hoy al desayuno Cecilia me avisó que mañana empieza a trabajar y que se va, por ahora a lo de los viejos, más adelante alquilará un departamento. ¿Tiene ganas de que eso suceda? Él se toma su tiempo para contestar. Sí y no; por breves momentos, los cuatro alrededor de la mesa, puedo fantasear que todo es como antes pero cuando se apagan las luces y mi cama está vacía y sé que ella, sin embargo, respira bajo mi mismo techo, me atrapa una mezcla de bronca y de angustia que me tiene dando interminables vueltas hasta que logro dormirme al amanecer para tener que despertarme pocas horas después para ir a la fábrica y encontrarlo a mi papá; no la estoy pasando bien, Ana María, se lo aseguro. ¿Qué siente por ella? Gustavo busca el respaldo y se apoya. No puedo precisarlo pero indiferencia, obviamente, no. Ana María lo mira como si pudiera atravesarlo. ¿Le ha dicho Cecilia si se va ir a vivir acompañada? No, parece ser que cortó la relación con el tipo. Qué raro que usted no me lo haya comentado antes. Me lo dijo esta mañana, todavía no tuve tiempo de procesar el asunto. Sin embargo, estuvo ansioso toda la tarde. Es cierto admite él. Ella mira el reloj. Ahora tiene tiempo indica. Él se echa el cabello hacia atrás y  permanece con los codos en alto. Este dato no cambia la historia: si no es con él, será con otro; ella ya no me ama. ¿Y usted? Ya sé que es un absurdo pero recurrente, siento que la enfermedad es un manejo de Martina, y me da rabia contra ella; yo había podido reparar mi vida, estaba bien con los chicos, con Natalia; ahora todo voló por el aire. Gustavo, no está contestando la pregunta, ¿qué siente por Cecilia? Él se restriega los ojos, luego, mirándola de frente admite no fui yo quien se bajó del barco. ¿Estaría dispuesto a subirse nuevamente? Él se fastidia. No insista, Ana María, me hace daño; ya nada depende de mí si es que alguna vez dependió. Veo que ha vuelto a uno de sus argumentos favoritos: las cosas le suceden sin su injerencia, por lo tanto, no es responsable de las mismas; tuvo un hijo por culpa de Cecilia, postergó su profesión por culpa de Nacho, trabaja con su padre por culpa de su familia, se separó por culpa de Cecilia, se alejó de Natalia por culpa de la enfermedad de su hija, Cecilia está en su casa por culpa de Martina y así interminablemente. Él recibe el impacto. Cascadas de ladrillos cayendo sobre su cabeza. ¿Dónde estaba usted mientras le pasaban esas cosas? Tarda mucho en reponerse. Puede ser admite, avergonzado. Creo que llegó la hora de que se asuma como protagonista; piénselo y lo charlamos la próxima. Gustavo está por incorporarse cuando recuerda el tema. ¿Cuándo se toma vacaciones? pregunta. Unos días a fines de febrero contesta ella. Qué bueno, entonces podremos seguir trabajando comenta él, aliviado.

Subirse al auto es recuperar  la opresión en el pecho. No me esperen a comer le escribe a Cecilia. En cuanto envía el mensaje, llega el alivio. No está en condiciones de parodiar la última cena. Las manos en el volante no sabe adónde ir. Con Santiago se encontró a la mañana; Natalia, imposible. Descubre, entonces, que no tiene muchas otras opciones. Estoy solo, piensa. Momento en el que suena su celular. El portero acaba de traerme los impuestos del terreno, vencen mañana le informa su madre. Él se toma unos segundos.  para reflexionar. No te preocupes, yo me encargo, paso a buscarlos ahora, ¿ya cenaste?

miércoles, 20 de agosto de 2014

176

¿Te vas de vacaciones ? le pregunta Gustavo a Joaquín después de escucharlo protestar un rato por el calor. Sí, la primera quincena de enero. Entonces solo nos queda un par de encuentros. Qué loco comenta el chico sabía que me iba pero no junté las dos cosas, qué boludo; bueno, igual nos perdemos solo dos sesiones. Cuatro lo corrige Gustavo yo me tomo todo el mes. Ah dice Joaco y después comenta no sé por qué no lo dijiste de entrada. Gustavo reconoce su error. Me quedo en Buenos Aires trata de justificarse si me precisás no tenés más que llamarme. El chico sonríe con desdén.  Me comunicaré con vos a mediados de enero para ver cómo estás. Es raro, me lo estás diciendo, pero no puedo creerte, ¿me vas a cobrar la llamada? ¿Considerás que solo si pagás la gente se puede interesar por vos? ¿Te importaría algo de mí si yo no te pagara? Gustavo reflexiona, el chico no está diciendo pavadas, se merece una respuesta sincera. Esta es mi profesión y necesito cobrar para poder mantenerme; te acercaste a mí a través del ámbito profesional; si te hubiera conocido en otras circunstancias por supuesto que me habrías interesado; pensá en tu tío Raúl, ¿obtuvo algún beneficio al ocuparse de vos?; sos un chico con muchos valores, Joaco, muchos repararán en vos, claro, con una condición. ¿Qué condición? pregunta Joaquín, los ojos muy abiertos.  Que logres abrirte  a los demás y en eso estamos trabajando. Me cuesta mucho admite Joaquín, la vista baja. Tendrás vos que reconocerte como valioso para poder ser valiosos a los ojos de los demás. El pibe se queda pensando un largo rato. Hablé con mi papá cuenta le pregunté si le gustaba trabajar con el abuelo. Gustavo recuerda la idéntica pregunta de su propio hijo. Me explicó que, en realidad, no trabajaba con él, que había días en que ni siquiera se lo cruzaba; entonces le pregunté si trabajaba para él; me dijo que él no trabajaba para nadie, que era un profesional independiente y bla, bla, bla pero casi gritaba, me di cuenta de que se había puesto muy mal y ahí mismo se fue y terminó la charla. ¿Por qué creés que tu padre se incomodó? Ni idea. ¿Qué es lo primero que se te ocurre? Le dio vergüenza. Gustavo calla. Soy un boludo dice el chico cómo le va a dar vergüenza a mi papá. ¿Pensás que tu padre está orgulloso de cuanto hace? Él hace solo lo que quiere; si no quisiera trabajar con el abuelo no lo haría. Gustavo recuerda su propia posición. ¿Estás tan seguro? pregunta.  Joaquín calla. ¿A vos te gustaría trabajar con tu padre? ¡Ni muerto! exclama el chico siempre sería su esclavo. Gustavo experimenta una repentina y acuciante sed. Se sirve un vaso agua. Lo bebe con parsimonia y luego dice todos los roles en la vida tienen su parte complicada; lo importante es descubrir cuál es el papel que uno está jugando en la obra de su vida, reconocerse en él y luego decidir si es ese el que uno quiere seguir jugando; hasta ahora te sentiste cómodo con el disfraz del que nada se puede esperar; por otro lado, ese rol te permitió, de alguna manera, salir de la esfera de tu padre que solo cobija a los exitosos; sería interesante que pudieras descubrir todos tus valores y que eso no te obligara a resignar tu independencia; tenés mucho trabajo para esta semana, Joaco; te sugiero que observes tu accionar y el de todos los miembros de la familia como si fueras parte del público que mira la obra; el miércoles próximo lo charlamos, ¿te parece? Trataré dice el chico pero no sé si voy a poder. Esa es una respuesta de tu antiguo rol, no vale como disculpa indica Gustavo sonriendo ampliamente. El pibe también sonríe.


Gustavo experimenta una creciente inquietud. Intenta rastrear su origen.  Llama a la nena y la encuentra lo más bien pero la desazón no se alivia. Se prepara un té. El líquido caliente lo reconforta.

lunes, 18 de agosto de 2014

174

Me dijo mi mamá que te preguntara por las vacaciones comenta Camilo. ¿Irán a algún lado? pregunta Gustavo. Vamos a pasar fin de año al campo de mi tía y nos quedamos todo el mes comenta el chico sin mayor entusiasmo. Gustavo suspira, aliviado, un problema menos.  ¿Ya fuiste otras veces? Sí, muchas, antes me encantaba. ¿Ahora no? Camilo hace una larga pausa. Yo andaba muy bien a caballo. A Gustavo le duele en la piel. Lamenta tener que insistir en el tema.  Me parece que podrás seguir haciéndolo. El chico lo mira con atención. Mucho no sé de equitación pero lo más complicado debe ser subir al caballo; si te dan una mano para hacerlo seguramente no tendrás inconveniente. Puede ser comenta el chico tengo un primo de mi edad con quien me llevo muy bien, a lo mejor me ayuda, ¿Tenés alguna duda? Camilo sonríe, por primera vez. No, Paco es lo más. Gustavo quisiera profundizar en el vínculo de Camilo con su padres pero recuerda la crítica de Mariana. Con solo un miércoles por delante, no es momento para abrir nuevos frentes.  Decide dejar que el chico presente los temas. Luego de un buen rato Camilo dice qué raro que no volviste a preguntarme por mi hermana. Recién hablamos de Luciana comenta Gustavo, intencionalmente. De la otra digo yo. ¿La conociste? Ayer papá nos avisó que este fin de semana la vamos a ver. ¿Cómo te cayó el anuncio? Camilo se encoge de hombros. Me da lo mismo contesta.  ¿Estás seguro? Sí, la nena viaja con esa mujer pero papá la va a buscar a Retiro y la trae para casa. ¿Te contó todos estos detalles? No, lo escuché cuando hablaba con mamá; ella le decía que no quería estar presente pero papá le pidió que por favor lo ayudara Camilo sube la voz ¿a vos te parece que encima le pida que lo ayude? Seguramente le pidió colaboración pensando en ustedes, en que necesitarán contención. ¡Yo no preciso nada!, me da igual, ya te dije. No está mal que tengas rabia, Camilo. ¡Yo no le tengo bronca a la nena! No, a Azul no, pero me parece que todavía no te permitiste  vivir a fondo el enojo con tu papá; por lo que me dijiste solo aquí lograste hablar con él al respecto; seguramente tendrás muchas cosas por preguntarle. Sí, a veces me dan ganas pero nunca me animo. ¿Qué te frena? Yo sé que papá no quiere. Pero vos sí, ya hablamos bastante al respecto, no es necesario que siempre respondas a los deseos de los demás. No te creas, estoy mucho mejor,  o peor, no sé dice el chico sonriendo ayer no quise ir a lo de la abuela; mamá se ofendió bastante pero yo había arreglado con Leo para jugar a la play en casa. Se fastidió pero no te obligó. Camilo lo mira, los ojos muy abiertos. Podría haberte obligado; de alguna manera puede respetar tus deseos cuando los verbalizás, si no los expresás es muy difícil que puedan darse cuenta de tus necesidades. Puede ser, hasta le pidió a Carmen que nos comprara facturas para la merienda dice el chico y se dedica a describir la tarde compartida.


Camilo está mucho mejor, diagnostica Gustavo y una profunda satisfacción le hincha los pulmones.  Si logro hacer algo por este chico, todos mis años de carrera se encuentran justificados, evalúa. Después de mucho tiempo, busca la ficha de Camilo. Intenta recordar lo trabajado en las sesiones que no quedaron registradas. No volverá a pasarle. No puede confiar solo en su memoria.

viernes, 15 de agosto de 2014

173

Pensé mucho en lo que dijiste admite Mariana. ¿A qué te referís? A la causa por la que mi mamá me abandonó. ¿A qué conclusiones llegaste? Nada me cierra, se me confunden las fechas, las situaciones; ya no sé cuándo nos vinimos a Buenos Aires, ni cuándo regresó mamá. ¿Intentaste hablar con ella?  Mariana lo observa. Parece perpleja. Yo no hablo con mi mamá. Sin embargo le confías tu hijo. Solo cuando vengo acá; se lo dejo a las corridas y cuando lo retiro, Benicio llora tanto, que imposibilita cualquier intercambio. Gustavo sonríe. Tu hijo colabora con vos.  Ella amaga empezar a hablar pero termina riendo. Tenés razón, es un niño utilísimo cuando se quiere evitar el diálogo. El miércoles pasado comentaste que el nene había dormido toda la noche, ¿se repitió? Sí responde ella a condición de que me acueste con él. ¿Tu marido protesta? ¡Qué va!, a esta altura lo único que le preocupa es poder dormir tranquilo; no te olvides de que yo todavía no trabajo pero que él, cada mañana a las seis y media, se tiene que levantar. Todos contentos, entonces. Tengo que reconocer que también de día Benicio se está portando mejor. ¿Qué significa portarse bien?, ¿no reclamar? Ya hemos hablado de este tema pero yo no soy la madre Teresa de Calcuta; más allá del bienestar del nene pretendo, mínimamente, tener vida propia. Claro, te debe resultar muy difícil entregarle a tu hijo lo que suponés que tu madre no te dio. Lo que mi madre no me dio. No sabés qué paso cuando eras bebé. Si me hubiera querido de bebé no hubiera podido dejarme nunca. ¿Eso es lo que te preocupa?  Mariana lo mira. ¿Temés que si te permitís amarlo nunca más puedas alejarte de él? Ella se queda pensando un largo rato. Tenés razón admite me da terror depender de alguien. Los soldados no pueden permitirse debilidades. Ella lo mira fijo y luego pregunta si puede ir al baño. Te quería comunicar que en enero no voy a atender comenta Gustavo en cuanto ella regresa. ¿¡Cómo!?, ¿así me lo decís? A Gustavo lo sorprende la crispación de su rostro. Quizá debería habértelo advertido antes, pero con el tema de mi hija los días se me fueron pasando se justifica e inmediatamente se arrepiente de las explicaciones.  Deberías haberlo pensado antes de levantar el avispero; me hacés zambullir en la mierda de mi infancia y dentro de una sesión te mandás a mudar. Gustavo reconoce que el razonamiento es válido. No tuvo en cuenta los tiempos en la organización de sus estrategias terapéuticas. No tuve en cuenta nada, piensa, me largué a la pileta sin medir los riesgos. Si me necesitás podríamos, eventualmente,  seguir trabajando; en realidad no me voy de vacaciones. Yo no necesito a nadie declara ella, terminante solo que me fastidia tu falta de profesionalidad. Él podría explicarle que es la primera vez que tiene que contemplar las vacaciones desde que tiene consultorio pero solo calla.  Perdoname dice Mariana luego de una largo rato es que odio sentirme vulnerable sonríe y agrega y no me vengas con lo del soldado. Te pido que durante esta semana pienses en si precisás que, de alguna manera, continuemos con estos encuentros; quizás enero te venga bien para intentar acercarte a tu madre o a tu padre; clarificar tu infancia es el punto fundamental. ¡No trates de convencerme, encima, de que me abandonás por mi propio bien! exclama ella, sonriendo mientras busca su cartera y se incorpora.


Gustavo, mientras toma un té, se plantea si las vacaciones deben extenderse al consultorio. Yo disfruto atendiendo, piensa, por qué privarme de ello.  Sería maravilloso ocuparse de sus pacientes a tiempo completo;  poder dedicar todas las horas necesarias a evaluar el desarrollo de los distintos tratamientos, a diseñar estrategias. Desde la enfermedad de la nena que no dedica a su profesión más que las estrictas horas de las sesiones. Ya no llena las fichas, no controla las sesiones con Ana María. Mariana tiene razón : falta de profesionalismo puro. Sin embargo, siente que algo muy vivo y profundo surgió en su consultorio. Suspira y se levanta para atender a Camilo. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

171

Gustavo, ya en la calle, se pregunta qué va a hacer. Llama a Santiago. Media hora después lo ve entrar en Van Gogh. Ya ni me acuerdo la cara que tenías lo saluda su amigo ayer te dejé varios mensajes, pero nada. Tuve un día infernal en la fábrica. ¿Cómo está la mocosa? Mucho mejor; los análisis del lunes dieron bien, esta semana zafó de la diálisis, esperemos que se estabilice; ya anda corriendo por toda la casa pero todavía está muy flaquita, da lástima verla. ¿Con quién se queda? Hasta ahora con Cecilia pero mañana empieza a trabajar así que nos arreglaremos entre Juana y las abuelas. Chiflá cuando necesites, después de las seis estoy disponible, ¿te parece que vaya a cenar hoy? Gustavo niega con la cabeza. Es la última noche que pasa Cecilia en casa; mejor venite mañana así estamos más tranquilos. ¿Cómo es eso de que tu mujer se queda a dormir? Ya no es mi mujer contesta de mala manera. Me corrijo, ¿cómo es eso de que la mujer de otro se queda a dormir en tu casa? No tiene ninguna gracia lo que decís. No pretendo ser gracioso, es curiosidad pura, ¿duerme en tu cama? Parala, San. Santiago ladea la cabeza hacia atrás y tuerce la boca.  ¿Qué pasó con Natalia? pregunta luego de un trago de café. Ya no nos vemos. ¿Quién tomó la decisión? Yo, con la enfermedad de la nena no me quedaba resto para nada. Pero Martina ya está fuera de peligro le recuerda su amigo. Gustavo calla. Me parece que el que está a punto de ser comido por la fiera sos vos. ¿A qué te referís? No te hagas el pelotudo, hermano, te conozco demasiado, el problema es Cecilia no Martina. Gustavo  se restriega los ojos. Te juro que no sé dónde estoy parado. Mientras no te acuestes…  Dejate de boludear  Gustavo mira el ticket y deja el dinero quiero pasar por la fábrica antes del consultorio; tengo que arreglar las vacaciones, el fin de año se me vino encima. Ambos se paran. Santiago le pasa un brazo por el hombro. No te enojes conmigo pide. Gustavo cabecea  sos un pelotudo pero me conocés del derecho y del revés. Años, hermanito.

martes, 12 de agosto de 2014

170

Miércoles 19 de diciembre
Gustavo mira el reloj. Lo sorprende descubrir un 19. No puede creerlo. Menos de una semana para navidad, el fin de año cabalgando. Descubre, también, que todavía no habló con sus pacientes  ni con Ana María sobre las cercanas vacaciones.  Históricamente, en la fábrica, se tomó el mes de febrero. Pero todavía no habló con su viejo al respecto. Hoy es el día D, piensa, y se sorprende por pensarlo. Se despereza y se levanta. Va al baño. Se ducha, se afeita y regresa al dormitorio para vestirse. Ya ni puede deambular en robe.  Cuando pasa por el living descubre las sábanas revueltas. Revueltas y vacías. Abre la puerta de la cocina. Lo envuelve el aroma de las tostadas y el café. Escuché que te habías levantado lo recibe Cecilia. Él se sienta y ella le alcanza la taza. Ya le puse azúcar informa.  Gustavo unta la tostada con minuciosidad. Anoche hablé con Martina dice Cecilia. Gustavo deja el pan sobre el plato y la mira. Le expliqué que ella ya está mucho mejor y que ya no hace falta que me siga quedando; protestó un poco pero lo entendió.  A él le café se le revuelve en el estómago.  ¿Llegó Ricardo? pregunta. Ella lo mira desde una altura infinita, califica él. ¿Qué tiene que ver Ricardo en todo esto?, ¿te parece que influyó en alguna de mis actitudes desde que se enfermó la nena? agita la cabeza no entendés nada de nada. Él se siente tan avergonzado. Perdoname pide. No me quedo en esta casa porque cada minuto me resulta insoportable, te aseguro que solo por Martina pude sobrellevar la semana; mañana empiezo a trabajar, me iré temprano; ya arreglé con Juana, vendrá a las siete y media; después combinará con vos; mamá prometió pasar un rato todas las mañanas y la tuya, por las tardes; Nacho se comprometió a no dejarla nunca sola; es increíble cómo maduró. ¿Adónde vas a vivir? Por ahora en lo de mis viejos pero en cuanto pueda ocuparme me alquilaré un departamento con lugar para que se queden los chicos. Y para que se quede él dice Gustavo y se arrepiente antes de terminar de decirlo perdoname la intromisión intenta reparar el error pero no me cae muy bien que confraternice con mis hijos. Si esa es tu preocupación, quedate tranquilo dice ella con la voz crispada ya no tengo nada que ver con él luego se levanta diciendo me parece que escuché a la nena. Gustavo se queda sentado, incapaz de reaccionar. Instantes después ella regresa. Era Lacán informa no la deja ni a sol ni a sombra; quería decirte que sigue en pie mi ofrecimiento de aportar para los chicos. Se te va a complicar con el alquiler comenta él. Tengo unos ahorros, además en un año a mi viejo se le vacía un departamento, ya me lo ofreció. Gracias. Es lo menos que puedo hacer  dice ella y sale. 

lunes, 11 de agosto de 2014

169




Gustavo se sorprende de que el perro no acuda a recibirlo. Cecilia lo saluda desde la cocina. Él responde hola mientras se dirige al living. La mesa puesta para cuatro. Por suerte se fue mi suegra, piensa. Mi exsuegra, se corrige. ¡Vení, papi! lo convoca Martina desde el pasillo de los dormitorios. En un extremo Nacho, en el otro Lacán, Martina camina desde uno hasta el otro. Estoy practicando explica me dijo Grieco que tengo que ejercitar los músculos; por las dudas que me caiga, ellos me cuidan. Gustavo experimenta un cúmulo de emociones imposibles de decodificar. Besa a sus hijos y acaricia al perro. Martina se abraza a su cintura. ¡Qué bueno que viniste, ya estamos todos juntos! Regresa su sensación de que todo es un manejo de la nena pero se arrepiente al instante. Inconmensurable el costo para ella. Voy a lavarme las manos informa. Mientras se seca las manos escucha la voz de Cecilia. ¡A comer!, ¡rápido que se enfría! Gustavo no necesita que lleguen las fuentes para adivinar el menú. ¡Me hiciste el pollito, mami! ¡Hoy es un gran festejo!, ¡te tenemos en casa! Gustavo recuerda a Ana María y experimenta un ligero mareo. La abuela Susana me dijo que muchos pensaban que se iba acabar el mundo porque es el doce del doce del doce ¡pero por suerte no pasó nada! comenta la nena. Solo que los pelotudos de los bosteros decretaron que es el día internacional del hincha de Boca, ¡qué mierda se creen! ¡Nacho! lo reta Cecilia ¿qué es esa manera de hablar? Por qué no dejarse estar, disfrutar del instante. Ni el mañana tan incierto nos ha preocupado. Papi, ¿en dónde estás? interrumpe la nena sus pensamientos. Cuando levanta la vista del plato se topa con los ojos de Cecilia. Haciendo un esfuerzo se involucra en la conversación. Observa a Cecilia. Como pez en el agua, piensa y le molesta. Porque necesita reafirmarse en su rol ordena ¡a la cama, Martina!, ya tuviste demasiado baile por hoy. La nena se levanta de la mesa refunfuñando. Llevo los platos a la cocina y voy a ayudarte le dice Cecilia. Dejá, me ocupo yo la frena él, sin poder determinar qué lo pone más incómodo, si verla adueñarse de la cocina o de sus propios hijos. ¿Incómodo o celoso? Está terminando de lavar los platos cuando Cecilia entra a la cocina. Martina me pidió que me quedara dice. Ana María se lo advirtió, los hechos lo están asaltando sin que él tenga posición tomada. Gustavo cierra la canilla y se seca las manos. Pone el agua para hacer el café. ¿Me escuchaste? insiste ella. Gustavo siente una llamarada de rabia. Las dos lo ponen entre la espada y la pared. ¿Qué puede decir?, ¿tiene alguna opción? Resopla. También es incómodo para mí admite Cecilia. Él se encoge de hombros y levanta ambas palmas. Aunque sea por esta noche; yo tampoco me iba a ir tranquila. ¿Pensás que no puedo ocuparme de ella?, hace unos meses no consideraste lo mismo necesita él herirla. Cecilia cierra los ojos un instante y a Gustavo le da tanta pena. Entiendo tu rabia, tenés todo el derecho del mundo; valoro enormemente lo que hiciste por ellos, pero, ¿sabés una cosa?, yo tampoco me animaría a quedarme sola con Martina esta noche se abraza con ambas manos y añade tengo miedo. ¿Por la profecía maya? dice él con una sonrisa, intentando aflojar la situación. Desde que se enfermó que casi no duermo; en cuanto apago la luz empiezo a tener un miedo que poco a poco se va convirtiendo en terror; cuando me quedaba en la clínica, mil veces me levantaba para ver si respiraba; solo me aliviaba cuando entraban las enfermeras que me confirmaban que todo estaba bien; tantas veces creí que se nos moría, Gustavo. Nunca me dijiste nada. Lo único que te faltaba era hacerte cargo de mi pánico. Él gira porque no resiste mirarla. ¿Te sirvo un café? propone. Dale acepta ella mientras busca las tazas. ¿Me puedo quedar, entonces? Él asiente con la cabeza. Le voy a avisar a la nena y vuelvo. 


Gustavo se levanta para ir al baño. Hizo mal en tomar tanto café. Orina y, cuando sale, recorre el pasillo. La puerta de Nacho, cerrada. Martina, el velador encendido, duerme. Está por retroceder cuando avanza hacia el living. Cecilia tampoco apagó la lámpara. Gustavo se recuesta en el marco de la puerta y la observa. Las dos manos bajo la almohada, la mejilla izquierda apoyada, la boca entreabierta. Gustavo cierra los ojos. Le duelen las manos de ganas de tocarla.

domingo, 10 de agosto de 2014

168

Hoy le dieron el alta a Martina inicia Gustavo la sesión. ¿A dónde la llevaron? A Gustavo le extraña la pregunta. A casa, por supuesto contesta. ¿Quién va a cuidarla? Entre todos. ¿Quiénes son todos? Yo, en primer lugar; Juana viene todos los días y además está mi vieja y Cecilia, claro. O sea que Cecilia se va a instalar en su casa. Yo no estoy diciendo eso. ¿Cuidará a la nena a control remoto? Gustavo hace un gesto de fastidio. No estoy de humor para bromas. Es una característica suya obviar las situaciones hasta que se le imponen. Gustavo recuerda las advertencias de Ana María y su confusión ante el intempestivo regreso de Cecilia. ¿Cecilia está en su casa ahora? Sí. ¿Qué sucederá cuando usted llegue? Gustavo se queda desconcertado. Todavía no lo pensé admite. Es una buena oportunidad comenta ella. Supongo que Cecilia se irá en cuanto yo llegue. Ajá comenta ella. ¿Qué cree usted que debería hacer yo? pregunta él sumamente irritado. La sonrisa de Ana María aumenta su fastidio. No importa lo que yo crea sino lo que usted sienta. Soy un imbécil, piensa Gustavo, llevé más agua para su molino. Como si yo supiera lo que siento admite. Solo intento conectarlo con sus auténticos sentimientos para que, cuando llegue el momento de actuar, no sea solo producto de sus impulsos. Tiene razón acepta a su pesar cuando estoy con ella trato de congelarme; habría sido imposible atravesar  la enfermedad de la nena si, además de la angustia por ella, hubiera estado pendiente de lo que Cecilia me generaba. Sin embargo la crisis ya pasó insiste Ana María y por lo que usted relata pudieron atravesarla codo a codo. Los ojos de Gustavo se llenan de lágrimas. Ana María agrega ¿qué sintió por ella durante todos estos días? Admiración es la primera palabra que acude a su mente noches y noches sin dormir, llorando entre mis brazos en un instante y en el siguiente sonriendo frente a la nena; siempre pendiente de Nacho  hace una pausa, le duele decirlo siempre pendiente de mí; hoy, por ejemplo, mientras desayunábamos en la clínica me preguntó por mi consultorio; yo le comenté que tenía ganas de dedicarme a tiempo completo y ella me dijo que ahora ganaba muy bien y que podía hacerse cargo de los gastos de los chicos mientras yo iba consiguiendo más pacientes. Quizá Cecilia considera que llegó el momento de que ella asuma sus responsabilidades. Él se yergue en el sillón. ¿Qué quiere decir? Tal vez ella reconoce que al imponerle una familia lo obligó a relegar su profesión y quiere, ahora, ayudarlo a recuperar el tiempo perdido. Gustavo esconde la cabeza entre las manos esta de ahora es la Cecilia de siempre, no sé qué mierda le pasó todos estos meses. Ana María le ofrece agua. Beben. ¿Evaluó aceptar su ofrecimiento? Ocurrió esta mañana, todavía no tuve oportunidad para pensar. La tiene ahora. Él la mira, confuso. ¿Usted considera que tengo que aceptar? Ana María agita la cabeza. No insista. Gustavo, no es una decisión que me competa, no soy yo la involucrada. Él experimenta una suerte de vértigo. Como si el cuerpo se le hubiera llenado de aire y comenzara a ascender. No me puedo ver de otra manera que yendo a la fábrica todas las mañanas.  Protestando  dice ella y ante las cejas levantadas de él añade usted bien sabe que todo mal tiene sus beneficios secundarios sonríe ampliamente y dictamina dejamos aquí por hoy. Él trastabilla al levantarse.

Gustavo, la mano sobre la llave, no se decide  a girarla. Abrumador descubrir que tiene el poder de modificar su vida. Tanto más fácil atribuir a otros la responsabilidad. Cómo puede ser que sus pacientes, por momentos, le resulten transparentes y que sea incapaz de mirarse a sí mismo con sinceridad. Pone el auto en contacto. Busca entre los CD y elige uno. Arranca. Cuadras después decide encender el reproductor. No debemos de pensar que ahora es diferente. 

miércoles, 6 de agosto de 2014

166

Estuve hablando con mi tío Raúl dice Joaco luego de charlar durante un buen rato de las cuatro materias que se lleva a examen. ¿Sobre qué? averigua Gustavo. Le pregunté de cuando eran chicos; me contó que el abuelo era muy severo, superexigente y que su favorito era mi viejo; el tío era como yo, el de repuesto, será por eso que siempre nos entendimos. ¿El de repuesto?, ¿Raúl lo dijo? No, yo. ¿Qué significa?  El chico baja la vista. Me da vergüenza contarte. Gustavo en silencio, espera. Cuando era chico pensaba que si mi hermano se moría me iban a prestar atención a mí; que lo habían tenido a él cuando se dieron cuenta de que yo venía fallado; mirá lo que te digo, soy un pelotudo. ¿Intentaste hablar con tu padre? Él no puede entenderme; él forma parte de los de arriba, de los que en todo son de diez. No creo que para tu padre haya sido fácil cumplir con las exigencias paternas; no es sencillo hacer siempre todo bien. El chico lo mira con atención. ¿De veras creés eso? Sí, preguntáselo a él; Raúl nunca sabrá lo que es estar en ese sitio; sería interesante que también intentaras conversar con tu hermano; ningún lugar es fácil en una familia. Se van a reír de mí. Quizá se sientan aliviados de poder compartir con otro sus propios padecimientos. Joaquín se queda un largo rato en silencio. Lo voy a pensar dice.


En casa de herrero, cuchillo de palo. Nunca más cierto un dicho.  Jamás charló con su padre. Comparte con él nueve horas diarias desde hace quince años y sin embargo no tiene la más remota idea de qué pasa por la cabeza de su viejo. Pobre Joaco, le está exigiendo a los diecisiete lo que él a sus treinta y cinco es incapaz de encarar. Recuerda a Ana María. Ella lo está cercando. Quizá no vaya hoy. Quiere regresar más temprano para ver cómo se organiza con Martina. No seas pelotudo, Gustavo, se dice, lo que tenés es miedo. 

viernes, 1 de agosto de 2014

163

Benicio durmió toda la noche informa Mariana en cuanto se sienta. ¿Qué hiciste de distinto para que esto sucediera? pregunta Gustavo. Me acosté en la cuna con él, pensé que era por un ratito pero cuando abrí un ojo eran las seis de la mañana; él todavía dormía; lo estuve observando un largo rato; es tanto más lindo cuando no llora; por primera vez desde que nació lamenté no haberlo amamantado; ni bien se despertó me sonrió; se me cayeron las lágrimas, pobre hijo mío, por qué no podía quererlo como él se merece. Gustavo se queda reflexionando unos segundos. Luego comenta es alentador como utilizaste los verbos. No comprendo. Dijiste ¨no podía quererlo¨, usando el pretérito, sin embargo, con respecto al nene, empleaste el presente ¨merece¨; eso me hace pensar que quizá sentís que tu imposibilidad desapareció mientras que reconocés que los derechos de él siguen  vigentes. Ahora es ella la que se queda pensando. Desde el embarazo temí no poder quererlo. Gustavo busca su mirada. Recién al conseguirla, dice cuando era chiquita, ¿creías que tu mamá no te quería? No sé qué suponía en ese momento pero mirándolo retrospectivamente, es obvio que si me hubiera querido no se habría alejado de mí durante años. ¿Alguna vez le preguntaste los motivos? Ya te conté, los padres estaban enfermos. Ahora no sos una nena, sino una mujer inteligente con una profesión en tu haber, ¿seguís considerando que ese es un motivo plausible? Ella lo mira, parece sorprendida. Parecería  que no contesta en voz muy baja. Sin embargo, no te interesa conocer los reales motivos. Yo no dije eso lo corrige ella y luego de una larga pausa agrega asumo que la causa debe ser lo suficientemente dolorosa como para que hayan decidido ahorrármela. Pero a Benicio no logran engañarlo. Me parece que te estás desbarrancando. Tal vez el nene percibe la endeblez de tus cimientos  e intenta obligarte a abrir los ojos. Mariana se incorpora. Demasiadas hipótesis por el día de hoy; ¿estás seguro de que estás habilitado a decir cuanto pasa por tu imaginación?, ¿evaluás los costos de tus enunciaciones o solo pretendés lucirte ante vos mismo? Mariana busca la cartera. Nos vemos el miércoles anuncia y  se dirige a la salida. Gustavo, desconcertado,  la sigue, pero la puerta se abre y se cierra antes de que él logre reaccionar.


Gustavo se apoya en la pared del pasillo y cierra los ojos. No, no sabe si está habilitado. Mariana tiene razón: está actuando movido por impulsos sin evaluar previamente las consecuencias de sus intervenciones. Por suerte Ana María no puede verme, piensa y resuelve que, por el momento, no le contará lo que está modificando en su consultorio. Suspira hondo y va hasta la cocina. Precisa un buen café.