lunes, 26 de mayo de 2014

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SEGUNDA PARTE


NOVIEMBRE 2012

Miércoles 7

Gustavo se resuelve, al fin, a encender la luz. Mira entonces el reloj. Las dos, ya. Hace una semana que, noche a noche, da vueltas en esa cama sin llegar a ninguna conclusión. Pensamiento circular. Sin posibilidad alguna de tomar decisiones. Se le ocurrió, por supuesto,  llamar a Ana María, pero no juntó energía para hacerlo. Eludió a Santiago. Se acostó con Natalia como si nada hubiera pasado. No les dijo una palabra a los chicos. Evidentemente,  Cecilia tampoco se había comunicado con ellos, porque no hicieron el menor comentario. Pensándolo bien, cada vez hablan menos de la madre. No puede tampoco decidir si eso es bueno o es malo. Es, se dice. Regreso el miércoles próximo a la madrugada. No volvió a saber de ella. Quizá había cambiado de opinión. Sí, seguramente, si no le hubiera anticipado cuáles eran sus planes. Ana María había planteado las alternativas con claridad meridiana: quedarse con Ricardo, regresar con usted, o continuar sola su camino. Y le había indicado que él ya debería haber decidido qué iba a hacer en cualquiera de esas posibilidades. No pudo. No puede. Estoy paralizado, dice en voz alta cuando lo sobresalta su celular. Ya llegué a Ezeiza, ¿puedo ir? lee. El corazón le retumba. Es incapaz de contestar. Ahora es un llamado. No atiende. Luego de un rato escribe sí. Quisiera apagar la luz y dormirse, sin embargo,  instantes después está bajo la ducha. Se viste con esmero, hace la cama y arregla el living. Después va a la cocina. Prepara café y se sienta.

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