SEGUNDA PARTE
NOVIEMBRE 2012
Miércoles 7
Gustavo
se resuelve, al fin, a encender la luz. Mira entonces el reloj. Las dos, ya.
Hace una semana que, noche a noche, da vueltas en esa cama sin llegar a ninguna
conclusión. Pensamiento circular. Sin posibilidad alguna de tomar decisiones. Se
le ocurrió, por supuesto, llamar a Ana
María, pero no juntó energía para hacerlo. Eludió a Santiago. Se acostó con
Natalia como si nada hubiera pasado. No les dijo una palabra a los chicos.
Evidentemente, Cecilia tampoco se había
comunicado con ellos, porque no hicieron el menor comentario. Pensándolo bien,
cada vez hablan menos de la madre. No puede tampoco decidir si eso es bueno o
es malo. Es, se dice. Regreso el
miércoles próximo a la madrugada. No volvió a saber de ella. Quizá había
cambiado de opinión. Sí, seguramente, si no le hubiera anticipado cuáles eran
sus planes. Ana María había planteado las alternativas con claridad meridiana: quedarse con Ricardo,
regresar con usted, o continuar sola su camino. Y le había indicado que él ya debería haber decidido
qué iba a hacer en cualquiera de esas posibilidades. No pudo. No puede. Estoy paralizado, dice en voz alta
cuando lo sobresalta su celular. Ya llegué a Ezeiza, ¿puedo ir? lee. El corazón le retumba. Es incapaz de contestar.
Ahora es un llamado. No atiende. Luego de un rato escribe sí. Quisiera apagar la luz y dormirse, sin embargo, instantes después está bajo
la ducha. Se viste con esmero, hace la cama y arregla el living. Después va a
la cocina. Prepara café y se sienta.
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