Llega y pide un café. No va a esperarla como hubiera
hecho en cualquier otra circunstancia. Ni intenta leer el diario. Un
incalculable rato después la ve aparecer. Con el pelo mojado, zapatillas y
jeans parece una chiquilina. Por qué mierda será tan linda, piensa. Se sienta
ante él y le sonríe. Sí, evidentemente, está confundida de argumento. Se fue
con su amante, regresó cuando se le cantó y ahora se la ve muy dispuesta a
considerar que nada ha pasado. Mientras Cecilia llama al mozo Gustavo se
pregunta si también considerará que él puede calentarle la cama mientras espera
el reencuentro con Ricardo. Se siente tan pelotudo que empieza a sentir
náuseas. Tengo asco de mí mismo, diagnostica. Hoy a la tarde conoceré a mi nuevo jefe informa ella. A lo mejor te gusta más que el otro y se te acaban
los problemas arroja él la bilis que lo está atragantando. No hace falta ofenderme replica ella.
Pero sí que hace falta. Cecilia revuelve el café interminablemente. Él se
controla para no decirle que se lo tome de una vez, que no tiene toda la
mañana. Qué vamos a hacer rompe ella
el enmarañado silencio. Quisiera conocer
tus planes personales para ver cómo manejamos la situación para que los chicos
sufran lo menos posible dice Gustavo yo
no les dije nada con respecto a tu
amante, estaba esperando a que los enfrentaras vos. La relación con Ricardo
está en standby; nuestro vínculo no resultó ser tan trascendente como para que
él relegue el trabajo ni para que yo relegue a mis hijos. Lo que no significa que
haya terminado. Ella juega ahora con el sobrecito de azúcar. Creo que sí informa. Creo repite él. Intento ser sincera aclara ella. Me imagino que no pretenderás regresar a casa y mandarme a dormir al
living. Al living me iría yo lo corrige Cecilia. ¿De veras estás proponiendo tamaño disparate? Hasta que resolvamos algo. Gustavo percibe que no puede aflojar.
Quedaría a su merced, definitivamente perdido. Ni una noche dictamina.
Ella parece un perro apaleado. Él desvía la mirada para no aflojarse. ¿Qué haremos con los chicos? pregunta
ella al cabo de un rato. Decirles de una
vez por todas la verdad, llevo meses haciendo malabarismos para protegerte. ¿Y
cuál es la verdad? pregunta ella. Él se siente a punto de explotar. No
recuerda haber tenido tanta rabia en ningún momento de su vida. Que te enamoraste de otro hombre, que te
mandaste mudar y que como las cosas no resultaron, regresaste hace una
pausa, la bronca baja y se siente repentinamente triste, muy triste y ya no podemos vivir juntos. Cuando la
mira, descubre sus ojos llenos de lágrimas. Controla la pena y continúa porque aunque se lo contemos edulcorado,
ellos ya saben que es así; esta misma noche tendremos que hablarles. Cecilia,
asiente con la cabeza, las lágrimas corriendo por sus mejillas. Él le tiende
una servilleta de papel. Suena el celular de ella. Inspira hondo y atiende.
Luego de una breve conversación corta. Me
esperan en la oficina antes de las doce explica. ¿En Puerto Madero? Sí, y todavía tengo que cambiarme y maquillarme,
¿vamos yendo? Yo me quedo otro rato informa él. Insostenible caminar por la
calle a la par. A través de la ventana la ve alejarse. Su enérgico paso de
siempre. Gustavo pide otro café. No podré
verte escribe en su celular te llamo.
Besos. Ya una rutina almorzar con Natalia los miércoles Sin embargo, hoy no tiene ganas. Repentinamente
sube su autoestima. Él tampoco está solo.
Novela por entregas. Gustavo está iniciando su carrera de terapeuta. Miércoles a miércoles, su propia vida y la de sus cinco pacientes se va modificando. ¿Los acompañamos?
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