martes, 27 de mayo de 2014

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Llega y pide un café. No va a esperarla como hubiera hecho en cualquier otra circunstancia. Ni intenta leer el diario. Un incalculable rato después la ve aparecer. Con el pelo mojado, zapatillas y jeans parece una chiquilina. Por qué mierda será tan linda, piensa. Se sienta ante él y le sonríe. Sí, evidentemente, está confundida de argumento. Se fue con su amante, regresó cuando se le cantó y ahora se la ve muy dispuesta a considerar que nada ha pasado. Mientras Cecilia llama al mozo Gustavo se pregunta si también considerará que él puede calentarle la cama mientras espera el reencuentro con Ricardo. Se siente tan pelotudo que empieza a sentir náuseas. Tengo asco de mí mismo, diagnostica. Hoy a la tarde conoceré a mi nuevo jefe informa ella. A lo mejor te gusta más que el otro y se te acaban los problemas arroja él la bilis que lo está atragantando. No hace falta ofenderme replica ella. Pero sí que hace falta. Cecilia revuelve el café interminablemente. Él se controla para no decirle que se lo tome de una vez, que no tiene toda la mañana. Qué vamos a hacer rompe ella el enmarañado silencio. Quisiera conocer tus planes personales para ver cómo manejamos la situación para que los chicos sufran lo menos posible dice Gustavo yo no les dije nada con respecto a tu amante, estaba esperando a que los enfrentaras vos. La relación con Ricardo está en standby; nuestro vínculo no resultó ser tan trascendente como para que él relegue el trabajo ni para que yo relegue a mis hijos. Lo que no significa que haya terminado. Ella juega ahora con el sobrecito de azúcar. Creo que sí informa. Creo repite él. Intento ser sincera aclara ella. Me imagino que no pretenderás regresar a casa y mandarme a dormir al living. Al living me iría yo lo corrige Cecilia. ¿De veras estás proponiendo tamaño disparate? Hasta que resolvamos algo. Gustavo percibe que no puede aflojar. Quedaría a su merced, definitivamente perdido. Ni una noche dictamina. Ella parece un perro apaleado. Él desvía la mirada para no aflojarse. ¿Qué haremos con los chicos? pregunta ella al cabo de un rato. Decirles de una vez por todas la verdad, llevo meses haciendo malabarismos para protegerte. ¿Y cuál es la verdad? pregunta ella. Él se siente a punto de explotar. No recuerda haber tenido tanta rabia en ningún momento de su vida. Que te enamoraste de otro hombre, que te mandaste mudar y que como las cosas no resultaron, regresaste hace una pausa, la bronca baja y se siente repentinamente triste, muy triste y ya no podemos vivir juntos. Cuando la mira, descubre sus ojos llenos de lágrimas. Controla la pena y continúa porque aunque se lo contemos edulcorado, ellos ya saben que es así; esta misma noche tendremos que hablarles. Cecilia, asiente con la cabeza, las lágrimas corriendo por sus mejillas. Él le tiende una servilleta de papel. Suena el celular de ella. Inspira hondo y atiende. Luego de una breve conversación corta. Me esperan en la oficina antes de las doce explica. ¿En Puerto Madero? Sí, y todavía tengo que cambiarme y maquillarme, ¿vamos yendo? Yo me quedo otro rato informa él. Insostenible caminar por la calle a la par. A través de la ventana la ve alejarse. Su enérgico paso de siempre. Gustavo pide otro café. No podré verte escribe en su celular te llamo. Besos. Ya una rutina almorzar con Natalia los miércoles  Sin embargo, hoy no tiene ganas. Repentinamente sube su autoestima. Él tampoco está solo. 

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