viernes, 5 de septiembre de 2014

188

Lacan comienza a ladrar aún antes de que termine de abrir la puerta. Se abalanza sobre Gustavo y lo hace trastabillar. Si serás bruto lo reta. La puerta de la cocina está abierta pero la luz apagada. Gustavo atraviesa el living vacío y, extrañado, se dirige hacia los dormitorios. Abre la puerta del suyo y descubre a los chicos en la cama grande, frente al televisor. Hola, papi, vení, acostate con nosotros, estamos mirando videos lo convoca Martina. En la pantalla Cecilia, embarazada, hamacando a Nacho. El flequillo rubio del nene alborotado por el viento. A mí no se me ve pero estoy le aclara la nena. Gustavo verifica que los baños están vacíos y regresa. ¿Y mamá? pregunta, inquieto. Llamó hará una hora, dijo que volvía tarde informa Nacho.  Gustavo experimenta una profunda opresión en el pecho. Su primer y estúpido pensamiento es que por suerte no le compró las flores. ¿Dijo si venía a cenar? Ni idea, llamala. Él piensa que nuevamente las hormonas le nublaron la razón, ¿cómo pudo dejar a la nena sola?, seguro que está con ese. La cabeza le da vueltas. Se sienta al lado de la nena que le dice ¡mirá, papi, ahí apareciste vos! Gustavo mira el televisor. Él sonriendo con Nacho a babuchas. Yo también era una criatura, piensa. ¿Qué me estoy perdiendo? escucha Gustavo y gira la cabeza. Cecilia en el marco de la puerta, los brazos en jarra, sonríe. ¿De dónde venís? pregunta él y se arrepiente en cuanto las palabras escapan de su boca. Estaba trabajando contesta ella, la vista en el piso. ¡Mami, vení, mirame! reclama Martina. Después, ahora voy a preparar la cena dice, mientras sale. Gustavo sabe que el castillo se vino abajo.

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