lunes, 1 de septiembre de 2014

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¿Cómo estás? pregunta Gustavo cuando registra que ella no comenzará a hablar. Sobrevivo contesta María Inés, en voz muy baja a qué no te imaginás dónde pasé la Nochebuena. Él abre ambas manos en gesto interrogante. Sola, en un restaurante; le dije a mamá que no pensaba festejar con Gerardo; ella me pidió que hiciera un esfuerzo hasta fin de año, que papá ya había combinado con él y que habían invitado a otros dos abogados con quienes están trabajando, con sus mujeres; estuve a punto de claudicar pero el veinticuatro a la tarde me agarró un ataque de angustia; se me cerró la garganta, no podía respirar, estuve a punto de tomar un puñado de Valium cuando resolví que así no arreglaba nada; salí cerca de las ocho dejando una nota en la mesa de luz de mamá, que se estaba duchando; agarré el auto y empecé a yirar; hasta que cerca de las diez encontré un restaurante en el que vi unas mesas vacías, entré y cené sola; tuve registro de que todos me miraban, pero no me importó; fue extraño no chocar la copa con nadie pero, de alguna manera, me sentí orgullosa de mí; como a la una, previo mensaje tranquilizador a mi madre, decidí regresar a casa; no me daba para ir a lo de mis viejos; Gerardo no había llegado; me metí en el cuarto de huéspedes y cerré la puerta por dentro; no estaba en condiciones de enfrentarme esa noche con él; para mi gran sorpresa, me quedé rápidamente dormida; me desperté cerca de las once; Gerardo estaba en la cocina, preparando café; le dije que tenía que hablar con él, y así fue; le comuniqué que estaba decidida a separarme, que esperaba que fuera con su anuencia porque si no lo iba a hacer igual e iba a ser peor para él; se ve que percibió que ya no tenía escapatoria porque obvió las escenas; me quiero divorciar legalmente; le dije que reconocía que la mayor parte de los bienes los había generado él y que, aunque fueran gananciales, solo le pedía un departamento de tres ambientes en Belgrano que tenemos alquilado, el auto y nada más; yo tengo mi trabajo y soy capaz de mantenerme; él no podía creer lo que le estaba diciendo; debería estar pensando a toda máquina cómo iba a defender su capital; le pedí que se fuera hasta que los inquilinos vaciaran el departamento porque a lo de mis viejos no quiero regresar; le voy a encargar a mi hermano que lleve el caso; y bueno, aquí estoy, tremendamente aliviada. Gustavo está aturdido por la celeridad del proceso. La mira sin poder reaccionar. Te sorprendí, admitilo dice ella, sonriendo. Me apabullaste. Sí, a mí también me resulta raro reconocerme; ¡ahora tengo que decidir cómo pasaré el 31!; mi hermano me invitó a casa de sus suegros, pero todavía no sé si tengo ganas de ir. ¿Pensase en lo de las vacaciones? pregunta Gustavo. Sí, me gustaría que pudiéramos continuar; se me ve muy entera pero por las noches me entra una tristeza infinita y lucho por no recurrir a las pastillas. Te espero entonces, el miércoles 2. ¿Tendrás posibilidad de adicionar otra sesión? pide ella. Gustavo descubre que sí, que puede. ¿Te parece el jueves a la misma hora? Dale dice ella incorporándose me viene genial. Frente a la puerta abierta María Inés aclara obvia decir que todo esto hubiera sido imposible sin vos y lo agarra fuerte de ambos brazos mientras lo besa en la mejilla. ¡Buen año, Gustavo!, ¡lo mejor para tu familia y para vos!

Estoy orgulloso de mí mismo, piensa Gustavo mientras evalúa que los relatos de los tres pacientes que tuvo hasta el momento, fueron su mejor regalo de navidad. Qué tontería, tengo a mi hija viva y estoy con Cecilia, se contradice al instante.

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