miércoles, 10 de septiembre de 2014

martes, 9 de septiembre de 2014

190

La noche está preciosa. Estrellada. La calle llena de gente. Gustavo camina por Cabildo, a paso vivo, varias cuadras.

lunes, 8 de septiembre de 2014

189

Los chicos parlotean. Gustavo no puede seguir la conversación. Tengo que enfrentarla, resuelve. Ahora mismo. Se levanta y va hacia la cocina. La encuentra lavándose las manos. Poncio Pilatos, piensa. En tono burlón pregunta ¿qué fue lo que te pasó? Fui a buscar los análisis contesta ella y el alma de Gustavo asciende pero luego desciende hasta el piso las proteínas subieron un poco; los médicos de la clínica quieren dializarla mañana; después fui a llevarle los estudios a Grieco; él no se alarmó, sugiere repetir los estudios el 29 para, en caso de ser necesario, poder dializarla el 30, aunque está convencido de que no va a hacer falta, ya sabés cómo es él. ¿Qué le dijiste? Que yo estaba de acuerdo pero que lo iba a consultar con vos; quedé en avisarle cuanto antes. Lo que diga Grieco para mí está bien contesta él ¿querés que llame yo? Dale dice ella voy a ver si Juana nos dejó algo preparado.  Gustavo habla con Grieco y corta, aliviado. ¿Por qué, como él,  no tener fe? Vuelvo enseguida dice al pasar por la cocina y antes de que Cecilia pueda preguntarle nada, cierra la puerta. 

viernes, 5 de septiembre de 2014

188

Lacan comienza a ladrar aún antes de que termine de abrir la puerta. Se abalanza sobre Gustavo y lo hace trastabillar. Si serás bruto lo reta. La puerta de la cocina está abierta pero la luz apagada. Gustavo atraviesa el living vacío y, extrañado, se dirige hacia los dormitorios. Abre la puerta del suyo y descubre a los chicos en la cama grande, frente al televisor. Hola, papi, vení, acostate con nosotros, estamos mirando videos lo convoca Martina. En la pantalla Cecilia, embarazada, hamacando a Nacho. El flequillo rubio del nene alborotado por el viento. A mí no se me ve pero estoy le aclara la nena. Gustavo verifica que los baños están vacíos y regresa. ¿Y mamá? pregunta, inquieto. Llamó hará una hora, dijo que volvía tarde informa Nacho.  Gustavo experimenta una profunda opresión en el pecho. Su primer y estúpido pensamiento es que por suerte no le compró las flores. ¿Dijo si venía a cenar? Ni idea, llamala. Él piensa que nuevamente las hormonas le nublaron la razón, ¿cómo pudo dejar a la nena sola?, seguro que está con ese. La cabeza le da vueltas. Se sienta al lado de la nena que le dice ¡mirá, papi, ahí apareciste vos! Gustavo mira el televisor. Él sonriendo con Nacho a babuchas. Yo también era una criatura, piensa. ¿Qué me estoy perdiendo? escucha Gustavo y gira la cabeza. Cecilia en el marco de la puerta, los brazos en jarra, sonríe. ¿De dónde venís? pregunta él y se arrepiente en cuanto las palabras escapan de su boca. Estaba trabajando contesta ella, la vista en el piso. ¡Mami, vení, mirame! reclama Martina. Después, ahora voy a preparar la cena dice, mientras sale. Gustavo sabe que el castillo se vino abajo.

jueves, 4 de septiembre de 2014

187

A partir de marzo atenderé en el consultorio todas las tardes informa Gustavo. Qué buena noticia comenta Ana María desplegando su mejor sonrisa ¿está contento? Reaccionando; me lo propuso mi padre esta mañana. ¿Surgió de él? Me dijo que me precisaba en la fábrica; que prefería que trabajara, aunque fuera por las mañanas, todos los días, a que dejara de ir dos días. ¿Cómo le cayó el comentario? Ante todo me sorprendí; increíble que mi viejo admitiera que yo le era imprescindible. ¿Usted no se había dado cuenta? Gustavo se queda mirándola. Siempre sentí que él me estaba haciendo un favor a mí. Quizá sí al muchacho de veinte años que, de buenas a primera, se encontraba con la responsabilidad de un hijo, no al hombre de treinta y cinco que demostró sobradamente su eficiencia. Él se encoge de hombros. Va a contestarle cuando decide que hay algo más  importante de lo cual debe hablar. ¿Debo?, se cuestiona, porque, en realidad, quisiera obviarlo. Me acosté con Cecilia informa, luego de unos segundos, la vista baja. Hoy es usted una verdadera caja de sorpresas. No crea que me siento orgulloso. ¿Por qué no? Claudiqué dice y le cuenta el episodio de la toalla. No pude resistirme concluye su relato, las palmas unidas sosteniendo el mentón. ¿Tuvo consecuencias el episodio? Gustavo se endereza y la mira. Estamos de nuevo juntos, sin ponerle nombre, sin hacer planes, casi sin hablarlo. ¿Y cómo está usted? Él se toma su tiempo antes de contestar. Depende del momento; cuando estoy fuera, me reto bastante, por suerte estuve muy ocupado, pero cuando llego a casa y desde el palier siento el olor de la cocina, mi ánimo asciende abruptamente; no sé por qué su comida huele más que la de Juana; un placer la mesa puesta para cuatro, ver a los chicos contentos; hasta ahí todo bien, pero lo que es indescriptible es lo que experimento cada noche, cuando después de ducharme, entro al cuarto y la descubro en la cama; estamos teniendo sexo como nunca, bah, como cuando éramos pibes, mejor, porque llevamos quince años de ejercer el oficio,  conocemos cada uno de nuestros puntos sensibles;  no se asuste, Ana María, ni estoy descerebrado ni considero que tengo la vida resuelta; me dedico a disfrutar el presente; no sé cuánto durará, ya tendré tiempo para llorar cuando venga la mala. Si es que viene comenta ella, sonriendo. Él agita la cabeza. Todo es absolutamente endeble; mi sensación es que si respiro demasiado fuerte el castillo de naipes se desmoronará. ¿Cómo lo tomaron los chicos? Su nivel de percepción es sobrenatural; ¿me quiere creer que no hicieron la menor pregunta ni el más mínimo comentario?; se plegaron a la consigna nunca formulada: nada de planteos, dejémonos fluir; la que preguntó, y bastante, fue mi madre; pero le contesté tan mal que se le fueron las ganas de insistir; no sé qué le habrá dicho Cecilia a sus padres porque, al menos a mí, no me hicieron ningún comentario; decidimos que este fin de año lo pasaremos los cuatro solos, ya cumplimos en Navidad con todos los familiares. ¿Cómo está Martina? Aparentemente bien; mañana le hacen de nuevo análisis, esperemos que vuelva a zafar de la diálisis. Ana María, en completo silencio, casi inmóvil, lo observa con su enigmática sonrisa. Como tantas veces, piensa él.Mona Lisa ¿Tiene registro de cómo creció durante estos seis meses? pregunta ella y él experimenta una emoción tan profunda que carraspea para controlarla. Se sirve agua y pregunta ¿seguimos con el mismo horario el año próximo?

Gustavo se dirige hacia el auto. Está poniendo la llave en la cerradura cuando lo sacude el olor a jazmines. Gira. Justo frente a él, un kiosco de flores. A Cecilia le encantan los jazmines, piensa. ¿Cuánto hace que no le compra flores? Es solo un momento de debilidad. Abre la puerta del coche con brusquedad. Y, sin calentar el motor, arranca.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

186

Por primera vez festejamos la Nochebuena en casa; mamá no quería saber de nada, decía que cómo me iba a tomar tanto trabajo estando el nene; pero yo sentía que, por alguna razón que se me escapaba, precisaba organizar todo yo cuenta Daniela  fue rarísimo; compré un mantel rojo, un arbolito y montones de adornos; Lucas estaba encantado, me alcanzaba las bombitas para que yo las colgara. ¿Nunca antes tuviste ganas de armar el arbolito? Nunca se me pasó por la cabeza, es increíble, teniendo mi propio hijo; para mí el único árbol que existía era el de la casa de mis padres y punto. A lo mejor, recién al poder revivir tu propia infancia en toda su magnitud, pudiste dejarla de lado y sentirte, por primera vez, una completa adulta. Sí, es raro; se supone que debería estar enojada con mis viejos, sin embargo, mi clara sensación era que tenía que agasajarlos;  y, la comida no me salió tan bien como a mi madre, obvio, pero todos estuvimos contentos; el nene comió sentado a la mesa con todos y entendió que tenía que esperar a las doce para abrir los regalos; está progresando a pasos agigantados; bien, todo mucho mejor. Daniela busca en su cartera un paquete de pastillas. Lo abre con parsimonia. Se pone una en la boca. Me parece que te olvidaste de alguien en tu relato. No entiendo. No lo nombraste a Ariel. Ah Daniela sonriendo, pero luego se pone seria al decir la verdad es que lo tengo relegado últimamente; estoy deseando irme de vacaciones; Lucas siempre está rodeado de todos los profesionales que lo atienden, nos vendrá bien estar los tres solos; la macana es que tendremos al nene en el cuarto  de nuevo sonríe en fin, todo no se puede. Gustavo está por preguntarle qué pasó con su deseo de tener otro hijo pero decide que no es momento de abrir temas; ya lo hablarán en febrero, lo anotaré en la ficha para no olvidarme, piensa, y cuando lo piensa lo invade una profunda satisfacción; su profesión se proyecta en el futuro, logró surcar el primer año. ¿Me escuchó? reclama Daniela. Gustavo se sobresalta. Perdoname dice estaba pensando en qué trabajaremos a la vuelta de las vacaciones. Ella ríe. Creí que se había aburrido de mí dice. Gustavo siente la necesidad de hacer un cierre y pregunta ¿qué sentís que te llevás de estos se toma unos segundos para calcular cinco meses de trabajo? Ella se queda reflexionando. Qué decirle, no quedó nada en pie; primero y principal, admití el autismo de mi hijo y, gracias a Dios, ya está en tratamiento y mejorando día a día; pude recuperar los terrores de mi infancia lo que alivió mis irracionales temores del presente; me acerqué más aún a mi madre; logré trabajar desde casa; me queda pendiente el tema de Ariel, ¿eso es lo que anotó para febrero? pregunta sonriente. Él asiente con la cabeza. Eso y el proyecto de otro hijo adelanta. ¡Tenemos asegurado todo el 2013! comenta ella. Si mantenemos el ritmo con el que estuvimos trabajando creo que lo vamos a resolver en unos pocos meses. Ella mira el reloj. Hoy me tengo que ir un rato antes; le dejé el nene a mamá pero tiene dentista; se rompió el puente comiendo nueces. El costo de las fiestas comenta Gustavo levantándose. Buen fin de año se despide ella y ojala que su hijita se reponga del todo. Él oprime la mano que ella le tiende y luego la besa en la mejilla.

Gustavo se tiende en el diván. Cruza las manos debajo de la nuca y cierra los ojos. Último día del 2012 en el consultorio. Abre los ojos, recorre las paredes. Demasiado blancas, haría falta otro cuadro. Quizá también  almohadones de colores. Recuerda que discutió con Cecilia al respecto. Él frenó todos los intentos de ella de decorar el consultorio. Lo había querido así, casi aséptico. Pero ya no. Tal vez sus pacientes estarían más distendidos en un ambiente más acogedor. ¿O soy yo el que necesita sentirse como en casa?, reformula, ¿el que empieza a sentir este consultorio como su propia casa? Uno, dos, tres, piensa. Se levanta, va al baño, baja las persianas. Mañana se ocupará Juana de la basura. Cuando está por cerrar la puerta, vuelve a abrirla y observa el consultorio en penumbras. Por suerte vendré por María Inés, recuerda mientras pone la llave en la cerradura.

martes, 2 de septiembre de 2014

185

Aprobé tres de las cuatro materias informa Joaco ya pasé de año. Estás contento, me imagino. No tengo nada de que sentirme orgulloso, no debería haberme llevado ninguna. ¿Quién te dijo eso? No empecemos, eso es lo que yo sé que mi papá piensa. ¿Estás tan seguro de conocer todos los pensamientos de tu papá? Los que tiene con respecto a mí, sí. Veo que tenés facultades supranormales. ¿Por qué me decís eso? Porque nadie puede saber lo que piensan y sienten los demás, solo los narradores omniscientes, si mal no recuerdo. Sí, justo acabo de rendir eso. ¿Y qué suponés que piensa tu padre sobre vos? Que soy un bueno para nada, ni me preguntó por los exámenes, ya ni le importa. A lo mejor no te pregunta a vos pero le pregunta a tu mamá; o a lo mejor no necesita preguntarte porque él también es omnisciente y conoce los resultados. El pibe se ríe. Después, serio, cuenta te hice caso y miré a mi familia. Nunca te doy órdenes, solo sugerencias, no tenés que cumplir también conmigo, Joaco. Es lo mismo dice Joaquín, ladeando la cabeza. ¿Y qué observaste? A mi hermano, sobre todo; se la pasa mirando a papá, nunca me había dado cuenta; a mamá, poca bola y yo, directamente no existo; está de acuerdo con todo lo que dice mi padre, parece un robot. ¿Te gustaría ser como él? El chico se queda pensando. Sí y no; me gustaría ser inteligente y sacarme todos diez pero no ser un olfa de papá; por primera vez me dio un poco de pena. A lo mejor, si te dedicás a observar a tu padre también descubrirás sus debilidades, esas que todo ser humano tiene por el hecho de ser tal. No sé si quiero. Claro, si descubrieras que tu padre no es infalible tendrías que considerar que puede haberse equivocado y que, a lo mejor, sí servís para algo; eso sí, es más fácil decidir a priori que uno no sirve porque eso nos ahorra los esfuerzos.  Puede ser; también pensé que a mi hermano le vendría bien venir para que entienda qué le pasa con papá. Tu hermano es demasiado chico para iniciar un tratamiento al margen de sus padres; tampoco sería conmigo porque este es tu espacio; si, en algún momento, conseguís hablar con tus padres y explicarles el proceso que vos estás haciendo y ellos consideran que también para tu hermano sería beneficioso, en ese caso, yo me ocuparía de buscarle un terapeuta apropiado. ¿No te parece que es demasiado para mí? Sí contesta Gustavo, sonriente creo que tenemos mucho para recorrer antes de que puedas ocuparte de otros. Para el examen de lengua también tuve que estudiar ejemplos de refranes: ¨la caridad bien entendida empieza por casa¨. Gustavo ríe. Recuerda de improviso, sus propósitos. Qué boludo, ya se le fueron dos pacientes. Busca un papel y escribe. Antes de que se me olvide, esta es mi dirección de mail; me escribís en cualquier momento. ¿Entonces no me vas a llamar después del 15? pregunta, Joaquín. Una cosa no quita la otra contesta Gustavo, profundamente satisfecho.

Gustavo, recostado en el diván, reflexiona. Siete seres humanos pasaron por sus manos durante este primer año. Y sabe que, aunque fuera de la manera más modesta, logró modificarlos. ¿Hay profesión más gratificante? Tendrá que ponerse en campaña para conseguir nuevos pacientes. Le escribirá a los compañeros de facultad con los que conserva algún contacto. Lástima que no puede pedirle a Natalia; más allá de Mariana, ella, en su momento, le ofreció un par de derivaciones. Lástima que no pueda verla más. Qué mina. Cómo le gustaría abrazarla. Se levanta. Va al baño, se lava la cara y se peina. A recibir con decoro a la última paciente del 2012.

lunes, 1 de septiembre de 2014

184

¿Cómo estás? pregunta Gustavo cuando registra que ella no comenzará a hablar. Sobrevivo contesta María Inés, en voz muy baja a qué no te imaginás dónde pasé la Nochebuena. Él abre ambas manos en gesto interrogante. Sola, en un restaurante; le dije a mamá que no pensaba festejar con Gerardo; ella me pidió que hiciera un esfuerzo hasta fin de año, que papá ya había combinado con él y que habían invitado a otros dos abogados con quienes están trabajando, con sus mujeres; estuve a punto de claudicar pero el veinticuatro a la tarde me agarró un ataque de angustia; se me cerró la garganta, no podía respirar, estuve a punto de tomar un puñado de Valium cuando resolví que así no arreglaba nada; salí cerca de las ocho dejando una nota en la mesa de luz de mamá, que se estaba duchando; agarré el auto y empecé a yirar; hasta que cerca de las diez encontré un restaurante en el que vi unas mesas vacías, entré y cené sola; tuve registro de que todos me miraban, pero no me importó; fue extraño no chocar la copa con nadie pero, de alguna manera, me sentí orgullosa de mí; como a la una, previo mensaje tranquilizador a mi madre, decidí regresar a casa; no me daba para ir a lo de mis viejos; Gerardo no había llegado; me metí en el cuarto de huéspedes y cerré la puerta por dentro; no estaba en condiciones de enfrentarme esa noche con él; para mi gran sorpresa, me quedé rápidamente dormida; me desperté cerca de las once; Gerardo estaba en la cocina, preparando café; le dije que tenía que hablar con él, y así fue; le comuniqué que estaba decidida a separarme, que esperaba que fuera con su anuencia porque si no lo iba a hacer igual e iba a ser peor para él; se ve que percibió que ya no tenía escapatoria porque obvió las escenas; me quiero divorciar legalmente; le dije que reconocía que la mayor parte de los bienes los había generado él y que, aunque fueran gananciales, solo le pedía un departamento de tres ambientes en Belgrano que tenemos alquilado, el auto y nada más; yo tengo mi trabajo y soy capaz de mantenerme; él no podía creer lo que le estaba diciendo; debería estar pensando a toda máquina cómo iba a defender su capital; le pedí que se fuera hasta que los inquilinos vaciaran el departamento porque a lo de mis viejos no quiero regresar; le voy a encargar a mi hermano que lleve el caso; y bueno, aquí estoy, tremendamente aliviada. Gustavo está aturdido por la celeridad del proceso. La mira sin poder reaccionar. Te sorprendí, admitilo dice ella, sonriendo. Me apabullaste. Sí, a mí también me resulta raro reconocerme; ¡ahora tengo que decidir cómo pasaré el 31!; mi hermano me invitó a casa de sus suegros, pero todavía no sé si tengo ganas de ir. ¿Pensase en lo de las vacaciones? pregunta Gustavo. Sí, me gustaría que pudiéramos continuar; se me ve muy entera pero por las noches me entra una tristeza infinita y lucho por no recurrir a las pastillas. Te espero entonces, el miércoles 2. ¿Tendrás posibilidad de adicionar otra sesión? pide ella. Gustavo descubre que sí, que puede. ¿Te parece el jueves a la misma hora? Dale dice ella incorporándose me viene genial. Frente a la puerta abierta María Inés aclara obvia decir que todo esto hubiera sido imposible sin vos y lo agarra fuerte de ambos brazos mientras lo besa en la mejilla. ¡Buen año, Gustavo!, ¡lo mejor para tu familia y para vos!

Estoy orgulloso de mí mismo, piensa Gustavo mientras evalúa que los relatos de los tres pacientes que tuvo hasta el momento, fueron su mejor regalo de navidad. Qué tontería, tengo a mi hija viva y estoy con Cecilia, se contradice al instante.