Gustavo acciona la tostadora nueva. Cuatro rebanadas
de pan. Un solo Nesquik. Frío. Nacho
se sienta, los ojos hinchados de sueño. ¿Descansaste
bien? le pregunta él. Recién me dormí
a las cuatro informa el chico. Me
hubieras avisado, estaba desvelado. Nacho, ahora lo mira con atención. ¿Tenés insomnio? pregunta. A veces confiesa él. Marti también, yo la escucho. ¿Qué escuchás?
Cuando da vueltas en la cama dice
mientras mastica y luego comenta qué
loco, a los tres nos cuesta dormir y
nunca decimos nada. El chico toma un trago de leche y luego indaga ¿mamá va a volver? ¡Claro!, ¿por qué
preguntás eso? Nacho se encoge de hombros y parándose dice vamos,
que es tarde.
Me parece
que Nacho se dio cuenta de algo comenta Gustavo. Santiago baja la taza y lo mira con interés. Está
muy enojado con la madre. Tal vez porque
ella se está comunicando poco comenta Sntiago ¿le preguntaste? Sí, pero sabés como es tu ahijado: una momia. Pensé
que estaba un poco mejor con vos. Mejor está, tengo que reconocer admite
Gustavo. Quizá seas vos el que está precisando más
contacto con él sugiere su amigo. Gustavo lo mira con extrañeza. No sé
para qué voy a lo de Ana María si vos siempre me cantás la justa. Todavía no te
pasé los honorarios bromea Santiago. Ambos
ríen.
Gustavo y Natalia, en la secretaría, retiran la
certificación del curso. Caminan luego
por Pueyrredón hasta Pertutti.
Mientras comparten una pizza se ponen al día con las novedades de sus
respectivos consultorios. Se produce, luego, un silencio incómodo. Ya no
nos veremos declara ella. ¿Por qué? la rebate él me quedaría sin saber cómo van evolucionando
tus pacientes. Ella sonríe. No nos
conocemos agrega ella. Soy de capricornio informa él. Ríen. Solo
sabrás cuál es mi signo cuando me invites a cenar. Hecho dice él mientras
piensa cómo se arreglará con los chicos.