Laura le tiende
la mano. Gustavo nota que hoy está especialmente arreglada. El pelo distinto,
¿más corto? evalúa mientras la observa sentarse. Todos sus modales son
delicados, de señora. Ayer llamé a la editorial, “no debe considerarlo un negocio sino un
gasto”, me aclaró el dueño, dice con retintín como si yo no lo supiera se
reacomoda en el diván, suspira y continúa estuve
revisando álbumes y rescaté una foto para la tapa, tendría unos dos años. ¿Quién?
la interrumpe Gustavo. Yo contesta irguiéndose
¿usted
tampoco me presta atención cuando hablo de mi libro? ¿Usted supone que no le prestan atención? Laura hace una mueca
despectiva y sigue la foto es de mala
calidad pero los ojos dan exactamente el tono. ¿Y cuál sería ese tono? Ella
permanece callada unos segundos. Mira la alfombra. Tristes, muy tristes. Como los tiene hoy piensa él y los ojos de
ella se llenan de lágrimas. No sabe lo
que fue mi mañana Laura se seca las
mejillas con el dorso de la mano desde
que están los pintores la casa es un caos, por suerte ayer me había dejado la
ropa preparada, pero el sobre con la foto no aparecía por ningún lado, subí y
bajé mil veces, finalmente lo encontré en el primer lugar en que lo había buscado; le tocó entonces el
turno al celular, me llamé otras mil veces pero no sonaba, hasta que me iluminé
y lo encontré en el bolsillo de la robe colgada dentro del placar; cuando miré
el reloj casi me muero, corrí las siete cuadras
hasta el subte, la camisa chorreada de transpiración; mientras bajaba las
escaleras busqué en mi billetera. Gustavo carraspea, Laura no está diciendo
nada, cuánto más debe dejarla hablar. Ella continúa. Luis siempre me da tarjetas que nunca uso, encontré una; el molinete la chupó pero el fierro se atrancó;
fui hasta la ventanilla, todos cargaban la SUBE, Gustavo tose para
ocultar un incipiente bostezo, la mujer
me miró mal cuando compré un pase; lo probé pero el molinete no cedió, hasta
que lo empujé con más fuerza, o sea, la tarjeta anterior hubiera servido; me sentí
tan idiota hace una pausa y cabecea,
abatida por fin logré salir
del subte, atravesé el gentío de Corrientes y llegué; me atendió una
chica joven, que hojeando la novela mientras hablaba por teléfono dictaminó “se
nota que no es una principiante”. ¿Usted considera que su obra es la de un
principiante? Basta, Gustavo ella eleva la voz pero instantes después pide perdón y como él solo esboza una sonrisa ella
continúa a veces al releerme siento que sí, y a mi edad, es
tristísimo. Veo que no está en un buen día dice él sonriendo. Todavía no le conté la pelea con Luis.
Laura se acomoda el cabello y lo mira. La
escucho dice. Discutimos por la
plata, por lo que debía invertir en la publicación. Qué raro viniendo de él acota Gustavo. Me pidió que esperara la respuesta de Alfaguara aclara ella. Entonces no le cuestionó la inversión la corrige. Sí, porque nunca me van a contestar. Quizás él considera que sí, confía en usted.
Los ojos de Laura de nuevo se humedecen tampoco
le conté que me estaba esperando en la puerta de la editorial. ¿Con quién,
entonces, está tan enojada? ¡Conmigo! contesta y se echa a llorar. Gustavo espera a que se calme y luego
dice pues yo la felicito. Laura se
suena la nariz, abolla el pañuelo entre las manos y sigue hablando. Ahora de
los pintores. A él le cuesta mucho prestarle atención. Le recuerda a su madre.
Esa manera de enhebrar las frases casi sin fisuras. Ella cambia de posición.
Cruza las piernas. Él le observa los tobillos. Sorprendentemente finos para su edad. En eso no se parece a su
mamá.
Gracias dice Laura mientras le da la
mano me salvó el día. Él sonríe y
cierra la puerta, despacio,.Todavía sonríe
cuando vibra su celular. ¿A qué
horas venís? dice Martina no tuve
clases a la tarde, mamá tiene una reunión y no vuelve hasta las nueve. ¿Y Nacho? Recién se fue a lo de Tomás. ¿Quién
es Tomás? ¡Papi!, ¡Tomás es el mejor amigo! Él tiene la extraña sensación de que se hunde en algo blando. Pero estás con Juana atina a decir y sigue hundiéndose porque Martina
resopla los miércoles no viene. Entonces estás solita. Obvio
dice la nena y agrega, burlona a
menos que cuentes a Lacán que está acá,
lamiéndome. El timbre suena. En
cuanto pueda te llamo, no le abras a nadie. Corta interrumpiendo las
protestas. El timbre vuelve a sonar. Gustavo
se apura a atender. Hoy lo tengo que
retirar diez minutos antes dice el padre de Camilo y se mete en el ascensor
que dejó abierto. El chico avanza con dificultad, apoya las muletas en el diván y se deja caer
sobre el respaldo. Bufando se saca la campera.
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ResponderEliminarPara cuándo la sesión de Camilo? Podrías adelantar entregas?
ResponderEliminarEstoy ansiosa por conocer a todos los pacientes.
El tema de la terapia es interesantísimo..!!!
Mañana llega Camilo. Ya lo tengo listo.
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