martes, 30 de julio de 2013

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Laura le tiende la mano. Gustavo nota que hoy está especialmente arreglada. El pelo distinto, ¿más corto? evalúa mientras la observa sentarse. Todos sus modales son delicados, de señora. Ayer llamé a la editorial, “no debe considerarlo un negocio sino un gasto”, me aclaró el dueño,  dice con retintín como si yo no lo supiera  se reacomoda en el diván, suspira y continúa estuve revisando álbumes y rescaté una foto para la tapa, tendría unos dos años. ¿Quién? la interrumpe Gustavo. Yo contesta irguiéndose  ¿usted tampoco me presta atención cuando hablo de mi libro? ¿Usted supone que no le prestan atención? Laura hace una mueca despectiva y sigue la foto es de mala calidad pero los ojos dan exactamente el tono. ¿Y cuál sería ese tono? Ella permanece callada unos segundos. Mira la alfombra. Tristes, muy tristes. Como los tiene hoy piensa él y los ojos de ella se llenan de lágrimas. No sabe lo que fue mi mañana  Laura se seca las mejillas con el dorso de la mano desde que están los pintores la casa es un caos, por suerte ayer me había dejado la ropa preparada, pero el sobre con la foto no aparecía por ningún lado, subí y bajé mil veces, finalmente lo encontré en el primer lugar en que lo había buscado; le tocó entonces el turno al celular, me llamé otras mil veces pero no sonaba, hasta que me iluminé y lo encontré en el bolsillo de la robe colgada dentro del placar; cuando miré el reloj casi me muero,  corrí las siete cuadras hasta el subte, la camisa chorreada de transpiración; mientras bajaba las escaleras busqué en mi billetera. Gustavo carraspea, Laura no está diciendo nada, cuánto más debe dejarla hablar. Ella continúa. Luis siempre me da tarjetas que nunca uso, encontré una;  el molinete la chupó pero el fierro se atrancó; fui hasta la ventanilla, todos cargaban la SUBE, Gustavo tose para ocultar un incipiente bostezo, la mujer me miró mal cuando compré un pase; lo probé pero el molinete no cedió, hasta que lo empujé con más fuerza, o sea, la tarjeta anterior hubiera servido; me sentí tan idiota  hace una pausa y cabecea, abatida  por fin logré salir del subte, atravesé el gentío de  Corrientes y llegué; me atendió una chica joven, que hojeando la novela mientras hablaba por teléfono dictaminó “se nota que no es una principiante”. ¿Usted considera que su obra es la de un principiante? Basta, Gustavo ella eleva la voz pero instantes después pide perdón  y como él solo esboza una sonrisa ella continúa a veces al  releerme siento que sí, y a mi edad, es tristísimo. Veo que no está en un buen día dice él sonriendo. Todavía no le conté la pelea con Luis. Laura se acomoda el cabello y lo mira. La escucho dice. Discutimos por la plata, por lo que debía invertir en la publicación. Qué raro viniendo de él acota Gustavo. Me pidió que esperara la respuesta de Alfaguara  aclara ella. Entonces no le cuestionó la inversión la corrige. Sí, porque nunca me van a contestar. Quizás él considera que sí, confía en usted. Los ojos de Laura de nuevo se humedecen tampoco le conté que me estaba esperando en la puerta de la editorial. ¿Con quién, entonces, está tan enojada? ¡Conmigo! contesta y se echa a llorar. Gustavo espera a que se calme y luego dice pues yo la felicito. Laura se suena la nariz, abolla el pañuelo entre las manos y sigue hablando. Ahora de los pintores. A él le cuesta mucho prestarle atención. Le recuerda a su madre. Esa manera de enhebrar las frases casi sin fisuras. Ella cambia de posición. Cruza las piernas. Él le observa los tobillos. Sorprendentemente finos para su edad. En eso no se parece a su mamá.


Gracias dice Laura mientras le da la mano me salvó el día. Él sonríe y cierra la puerta, despacio,.Todavía sonríe  cuando vibra su celular. ¿A qué horas venís? dice Martina no tuve clases a la tarde, mamá tiene una reunión y no vuelve hasta las nueve.  ¿Y Nacho? Recién se fue a lo de Tomás. ¿Quién es Tomás? ¡Papi!, ¡Tomás es el mejor amigo!  Él tiene la extraña sensación de que se hunde  en algo blando. Pero estás con Juana atina a decir y sigue hundiéndose porque Martina resopla los  miércoles no viene. Entonces estás solita. Obvio dice la nena y agrega, burlona a menos que cuentes a Lacán que está acá, lamiéndome. El timbre suena. En cuanto pueda te llamo, no le abras a nadie. Corta interrumpiendo las protestas. El timbre vuelve a sonar.  Gustavo se apura a atender. Hoy lo tengo que retirar diez minutos antes dice el padre de Camilo y se mete en el ascensor que dejó abierto. El chico avanza con dificultad,  apoya las muletas en el diván y se deja caer sobre el respaldo. Bufando se saca la campera.

3 comentarios:

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  2. Para cuándo la sesión de Camilo? Podrías adelantar entregas?
    Estoy ansiosa por conocer a todos los pacientes.
    El tema de la terapia es interesantísimo..!!!

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